viernes, 13 de junio de 2008

La flexible voracidad patronal

El Mercurio, legendario periódico que obviamente no necesita presentación en nuestro país, puesto que todo el mundo sabe que es la genuina expresión de la estirpe oligarca, intenta una vez más, poner en el debate los “efectos distorsionadores” de mantener vigente el salario mínimo, que determinaría ese oscuro panorama que enfrentan los empresarios, tan oscuro como aquellas viejas prácticas de fijar los precios de las mercancías.


En la publicación del martes 10 del presente mes, en la sección Economía y Negocios en una nota sobre el mercado laboral titulan: “Argentina, Chile y Venezuela tienen los salarios mínimos más altos de América Latina”. Es decir, de una plumada se establece que en Chile se pagan los más altos salarios mínimos medidos en dólares de la región, sin hacer una relación del real poder adquisitivo de los destinatarios de esos salarios con el grupo que se le compara. Veamos entonces, cuánto pan, fideos, azúcar, parafina y gas, se compra con el salario mínimo argentino, venezolano y chileno.

La segunda afirmación es que “existe evidencia de que los incrementos del salario mínimo se expanden a lo largo de toda la estructura empresarial y, en esa línea, su efecto distorsionador es comparable a cualquier otra fijación de precios”. Agregando poco después que una investigación de la División de Estudios del Banco Central, determinó que las compañías locales aumentan las remuneraciones en función de mantener una brecha constante entre trabajadores de base, trabajadores calificados, profesionales y altos ejecutivos. Entonces, lo que se está afirmando en forma tácita, es que el salario mínimo en Chile es demasiado alto, puesto que obliga a subir los sueldos de todo el escalafón para mantener esa brecha que es política de las compañías locales.


Finalmente el estilo mercurial, mantenido por los siglos de los siglos, que consiste en afirmar lo que es falso y en falsear lo que es verdadero, nos pone en la mano la solución citando a un consultor laboralista: "Hay que buscar fórmulas más flexibles. Lo más adecuado sería establecer una combinación de productividad, inflación y tasas de desempleo y, a partir de esos elementos, fijar un salario diferenciado por edades". Vale decir, se relativiza la inflación que es la pérdida del poder adquisitivo del salario del trabajador y lo verdaderamente relevante, combinándolo con otras variables propias del mercado, para finalmente diferenciar salarios por edades, que es lo que hace tiempo quiere hacer la Derecha incorporando odiosas divisiones entre los contratados por edades, para darle el golpe de gracia al movimiento sindical y terminar para siempre con el salario mínimo mediante un golpe legal.


RENE DINTRANS

sábado, 24 de mayo de 2008

¿Es la Concertación de centroizquierda?

En general se piensa que la Concertación de Partidos por la Democracia que gobierna Chile desde 1990, estaría ubicada, desde el punto de vista ideológico tradicional, en la izquierda del centro político. Esto no sólo se estima en nuestro país, sino también en algunos medios académicos extranjeros. En un reciente artículo publicado en este medio, Immanuel Wallerstein incluye a Chile en el elenco de países que se ubican a la izquierda del centro político en el subcontinente latinoamericano.


Sin embargo, si se analiza con detenimiento el papel que han jugado los gobiernos de la Concertación, no queda más que concluir que se han cargado siempre más a la derecha del centro que a su izquierda.

Si bien Patricio Aylwin criticó la economía de libre mercado como “capitalismo cruel”, su sucesor, Eduardo Frei, llevó adelante una política con fuerte énfasis en este sentido, a tal punto que un líder empresarial de la época, manifestó que Aylwin había respetado las leyes del mercado porque no tenía alternativa, pero Frei creía fervientemente en él. Recordemos que Frei Ruiz-Tagle fue mencionado en un editorial del New York Times como un presidente despreocupado de la ecología al reproducir un párrafo del discurso en Antofagasta: “no voy a detener el desarrollo del país por preocuparme del medio ambiente”.

Ricardo Lagos basó su campaña con el lema “crecimiento con equidad”. Todos sabemos que lo menos que hubo fue equidad en el crecimiento de la economía del país. ¿Es necesario recordar la frase: “nosotros los empresarios amamos a Lagos”? Por esto mismo, cuando la derecha política basa sus críticas al ex presidente en la pésima planificación del Transantiago, le está haciendo un gran favor, pues pienso que a la larga este sistema de transporte va a funcionar con un buen estándar de calidad. Cuento aparte es que soy de la opinión que debiera ser administrado por el Estado, como en todas las grandes capitales del mundo. En síntesis, el transantiago tiene solución. Lo que no tiene solución (por lo menos a mediano plazo), es la política de gran concentración económica que llevó adelante el ex presidente Lagos.

Esa herencia que dejó Lagos al actual gobierno, aunada a las políticas del presente, han hecho que las asociaciones de trabajadores hayan comenzado las reivindicaciones por sus derechos. No es necesario hacer un recuento de todas las huelgas y paros que se han producido durante este último tiempo. Sólo deseo detenerme en una frase del discurso que el presidente de la CUT pronunciara el 1° de mayo recién pasado: “ni la derecha ni la Concertación van a defender los derechos de los trabajadores”.

¿Cuál es, entonces, la diferencia de la Concertación con la Alianza por Chile? Se dice que la Concertación es la única fuerza política que le da gobernabilidad al país, debido a que la derecha no tiene proyecto político. ¿Cómo no va a tener proyecto político, si ése es justamente el que ha venido administrando la Concertación desde sus inicios y cada vez con mayor fuerza?

Gobernabilidad a Chile le dio, también, la dictadura militar. Tan es así que la Concertación se ha sentido como pez en el agua gobernando con la Constitución de Pinochet, la misma en que el ex presidente Lagos estampó su firma, en un acto de suma egolatría, pero de mínima dignidad. Por su parte, la presidenta Bachelet al criticar las protestas de estudiantes, trabajadores y pescadores artesanales, plantea que en democracia los problemas se solucionan a través del diálogo. Eso es en democracia, ¿y en Chile cómo se solucionan?

Por todo lo anterior, no logro comprender el porqué de la obsesión de Andrés Allamand, de querer “desalojar” a la Concertación del gobierno, si le ha administrado tan bien el poder a la derecha económica. Allamand debe haber quedado con el trauma del desalojo desde que el fallecido Hernán Briones, a la sazón líder empresarial, lo desalojara a las Termas de Mamiya por decir que “los empresarios constituían uno de los poderes fácticos junto a las fuerzas armadas” y le pedía a gritos a la UDI que creyera en la democracia, pues ésta no hacía daño.

En síntesis, los planteamientos y actuaciones de izquierda o de derecha, se basan en una concepción del mundo que se desea y no en los adjetivos de los partidos políticos que conforman una coalición, con mayor razón en el Chile actual, en que los partidos políticos no son más que productos transgénicos.

HUGO MURIALDO


*Periodista, Magíster en Filosofía Política

martes, 20 de mayo de 2008

Por el socialismo renuncio al PS

Era una noche fría, y con una llovizna que reflejaba los tristes días que vivía el pueblo chileno, cuando en Julio de 1977 en un contacto callejero los entonces estudiantes de derecho Arnaldo Rocha y de periodismo Rubén Andino me dieron la bienvenida al Partido Socialista. Ingresar al Partido Socialista (CNR) no llevaba en aquél tiempo ni a autos fiscales, ni sobresueldos, ni lobbys, ni viáticos, antes lo contrario, muchos socialistas estaban presos, en el exilio, clandestinos y otros muchos habían sido asesinados.


Tres cosas me llevaron a los 17 años a meterme, voluntaria y entusiastamente, en ese laberinto de peligros. Primero poner fin a la dictadura del aborrecible Augusto Pinochet, segundo, desmantelar el inhumano modelo neoliberal que este estaba imponiendo y tercero, la convicción que el PS, cuando las circunstancias lo permitieran reemprenderían la tarea de construir el socialismo en Chile que había quedado trunca a partir del golpe de estado y la muerte del Presidente Allende.

Han pasado más de treinta años desde aquél contacto que marcó mi vida.

Hace un par de días y en la convicción absoluta que el Partido Socialista de Chile ya no lucha en absoluto por los objetivos que me llevaron a ingresar a él renuncié a la militancia y al cargo de miembro de su Comité Central. Lo mismo me comunica hará el concejal de Rancagua Edison Ortiz y también del CC, intelectual respetable al que cualquier partido querría tener en sus filas. Habrá más renuncias.

Porque creo en los valores y conceptos del socialismo he renunciado al PS. Este hace todo lo contrario de lo que su denominación y su historia podrían sugerir.

Dos cancilleres socialistas, de origen Mapu, consiguieron que Augusto Pinochet zafara de la justicia internacional en Londres. Este monumental servicio no se lo podían prestar ni siquiera sus partidarios. Pero el socialismo no ha sancionado ni reglamentaria ni políticamente a los salvadores de Pinochet, antes lo contrario, la actual conducción a través de una serie remanipulaciones tiene a punto de ungir como abanderado presidencial a uno de ellos. El más mínimo sentido de la ética y de lo que ha sido mi historia personal me impiden de un modo absoluto votar y promover al salvador de Augusto Pinochet.

El PS administra el modelo neoliberal y de allí se cogen personalmente migajas de dimensiones mínimas comparadas con las enormes ganancias del sistema pero gigantescas para quienes ostentan cargos públicos en primera generación.

Un socialista como vicepresidente del Banco del Estado le presta 200 millones de dólares al Banco Chile para comprar otro banco y aumentar la concentración económica, luego pasa al directorio del banco receptor del crédito. El PS mira para el techo, es más, los dirigentes tratan de convencer a las bases que esto es “en beneficio de los pequeños ahorrantes” (?)

El vicepresidente del PS fue simultáneamente presidente del directorio de Alsacia y Express, concesionarias del Transantiago. Un cuñado viene de vacaciones y cobra también mensualidad al estado. Una funcionaria cobra sueldo en el partido por tareas que todo el resto de la comisión organizadora del Congreso lo hace ad honorem y también en el registro Civil. Don de la ubicuidad, en dos lugares al mismo tiempo.

El gobierno y el estado capitalista premian la obsecuencia y se reciben incluso indultos presidenciales. Otros no alcanzan a recibirlos, pero de sanción ni asomo, nadie ha sido sancionado por el tribunal supremo del PS por acto de corrupción alguno, preside el tribunal la ex secretaria del afortunadamente ex ministro de Obras Públicas Carlos Cruz.

El PS está institucionalmente involucrado en la administración y usufructo del sistema neoliberal, sus miles de millones de pesos devueltos por el estado en compensación de sus bienes usurpados por la dictadura, no se han invertido en sedes, diarios o radios, sino en paquetes accionarios de empresas monopólicas que mes a mes abusan de sus clientes cautivos.

El sistema electoral interno por el cual el PS elige sus autoridades es completa y e institucionalmente fraudulento. Los llamados “acarreos” serían sancionados con la cárcel si se practicaran en una elección popular del estado. Cuando los partidos y la política se encuentran en el suelo en su imagen pública, justo antes que se cerrara el plazo para votar se inscribieron en el PS 15 mil nuevos militantes. Este clientelismo corrupto alcanzó altos niveles en las empobrecidas ciudades de Lota y Coronel, esos miles de nuevos “militantes” fueron a votar masiva y ordenadamente. Los operadores hacían su Agosto. La supuesta jefa de la disidencia socialista corre a aplaudir el triunfo del supuesto vencedor: candidata a senadora habemus.

Sin perjuicio de lo anterior la fraudulenta digitación, agregar/quitar, de los votos tuvo ribetes de escándalo.

Esta gigantesca manipulación no puede operar en la sociedad en su conjunto y por ello al PS se le avecinan momentos electorales catastróficos. Los del 73 fue un momento estelar y dramático para el socialismo chileno lo que se avecina será patético, un partido que se dice socialista y defiéndelos intereses del gran empresariado, depreciación acelerada, y que promueve internacionalmente el alineamiento con los norteamericanos. Huérfanos de respaldo popular solo les quedara disputarse el patrimonio partidario.

¿Qué queda de socialismo en el PS?. Algo queda, un sector de cros que defienden los valores históricos del socialismo ya casi todos en tercera edad, y para los cuales el PS es ya un modo de vida, un fetiche societal. De otra parte un grupo de jóvenes, zonal cordillera y algunos parlamentarios, que no parecen percibir lo que se les avecina. Son algo más del 30% del partido real. Seguirán siendo comparsa de algo que dicen no compartir?

¿Yo?, no más.

ROBERTO AVILA TOLEDO
CONCEJAL CERRO NAVIA.

lunes, 5 de mayo de 2008

NO VOY A CALLARME!

No. No voy a callarme. Aporread mi lengua con todas vuestras fuerzas. Gritaré y gritaré todas vuestras injusticias, vuestros escándalos, vuestros abusos, vuestras orgías de poder. Os llamaré por vuestro nombre,
gobernantes ignorantes, delincuentes, maleantes. Recorreré las calles cuando y por donde me de la gana, por que son mías. Y caminaré, mientras tus perros sarnosos disfrazados de policías disparan a mis piernas sus pelotas de goma. Pensaré, pensaré y pensaré. Por mucho que te joda y por más veces que aporrees mi cabeza, pensaré. Mátame, no tengo miedo, no tengo nada que perder, he visto morir mis libertades una a una, he visto a tus sucias manos asesinar mi democracia, veo al lenguaje herido de muerte, agonizando lentamente. Tú los mataste, gobernante, y tendrás que matarme a mí también porque no voy a callarme.

Por Nadia Carro

miércoles, 30 de abril de 2008

La ley de hierro de las oligarquías y el PS

Se entiende que los partidos políticos deben ser canal de expresión de los distintos proyectos existentes en la sociedad civil. En la actualidad, los partidos detentan el monopolio de las ofertas políticas de distintas élites, en las cuales el ciudadano debe elegir como en el supermercado.

Los partidos de izquierda tienen distintas fases históricas: en la primera se relacionan plenamente, con los sectores de trabajadores organizados – en este sentido los partidos de izquierda chilena tienen enorme valor de haber sabido identificarse, perfectamente, con movimientos de trabajadores – la segunda consiste en la lucha por el poder político en el Parlamento y en el Ejecutivo y, la tercera, es cuando se convierte en el partido de gobierno e identifican la suerte del partido con el poder de turno.

En la fase de partidos de gobierno una de las tareas principales consiste en proveer al Ejecutivo de cuadros técnicos burocráticos, es decir, en el caso de gobiernos de coalición distribuir, proporcionalmente, las distintas áreas de la administración pública entre los componentes de la alianza gubernativa. En nuestra historia hay un solo caso, el de la Democracia Cristiana, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, en que el partido de gobierno no se vio obligado a distribuir los cargos públicos, pues tenía mayoría absoluta.

En el caso de los partidos actuales, el problema consiste en que la burocracia estatal comienza a dominar las distintas instancias de decisión partidaria: desde el Congreso al Comité Central y, finalmente, a la directiva del partido. De poco sirven las formas democráticas de elección de las autoridades, incluida la famosa paridad de género, pues al fin se trata de mujeres parientes de las élites; así está ocurriendo con la mayoría de los congresos partidarios, en que terminan alineándose en liderazgos más o menos vitalicios. Es cierto que votan, en esta última elección socialista, más de 35.000 militantes, sin embargo, es exiguo si lo comparamos con el universo electoral.

Los distintos partidos políticos no logran atraer a más del 25% de los ciudadanos y todos ellos sufren situaciones de graves distanciamientos de la sociedad civil: la Democracia Cristiana está fraccionada, y su directiva autoritaria sólo tiene como recurso la expulsión respecto a grupos discrepantes; el PPD estuvo a punto de eclosionar con el escándalo de Chiledeportes y hoy apenas sobreviven en base a acuerdos cupulares; la UDI, un partido autoritario, casi leninista, está traspasado por escándalos en municipalidades emblemáticas, además de las agudas críticas al partido por parte de Pablo Longueira y de Joaquín Lavín; así ocurre con los demás partidos, de una u otra manera.

Si los partidos de gobierno, en la fase neoliberal, sólo se concentran en la formación de cuadros tecno-burocráticos y tuvieran que ser juzgados en base a este parámetro, estoy seguro de que saldrían bastante mal calificados, pues la administración pública se caracteriza, en estos tiempos, por inepcias, descuidos y desórdenes funcionarios; baste citar Ferrocarriles, Registro Civil, Transantiago, para no mencionar los sainetes de transporte de frambuesas en las maletas de los autos fiscales, o la inauguración del hospital de Curepto.

Dentro de este panorama, hasta ahora, el Partido Socialista ha salido mejor parado que la Democracia Cristiana y el PPD. Es cierto que hay díscolos, pero representan a verdaderos rebeldes con causa, pues defienden principios libertarios, que han formado parte del ideario laico-socialista. Muchas veces la directiva, en forma errónea, para preservar la alianza con la Democracia Cristiana, ha tratado de acallar estas justas y creativas posiciones, especialmente en los torpemente llamados “temas éticos” que, en el fondo, son ideológicos y políticos. La lucha del debate abierto está en el ADN del socialismo y poco puede hacer una directiva autoritaria para eliminarla, en la búsqueda de un partido regido por el centralismo democrático, al estilo de la RDA. Ser partido de gobierno no significa convertirse en un recadero de los distintos gabinetes del presidente de turno.

La historia tiene un gran eso en todas las elecciones socialistas: si revisamos los nombres de cada una de las listas, podemos comprobar este aserto: la que encabeza Camilo Escalona se denomina, nada menos, que Más igualdad para Chile, lo que constituye un exabrupto en uno de los países más inigualitarios del mundo; Isabel Allende y Carlos Ominami encabezan la lista de Las grandes alamedas, que recuerda las emotivas palabras de Salvador Allende, en su último discurso; Alejandro Navarro utiliza el Más, y Carmen Lazo y Carlos Moya, Socialistas como Allende.

La pasión polémica forma parte importante de la médula del Partido Socialista: en cada Congreso las disputas oratorias no están exentas de críticas mordaces: por ejemplo, la larga y aguda disputa entre Salvador Allende y Raúl Ampuero; entre Clodomiro Almeida y Carlos Altamirano; entre este último y Aniceto Rodríguez, sólo por nombrar algunas. El periodista Eugenio Lira Massi, en su libro La cueva de los cuarenta y ocho senadores, caracteriza a los padres conscriptos socialistas como personas que están siempre enojadas, como si anduvieran con zapatos que les quedaron chicos. A diferencia del pasado, las disputas de hoy no son ideológicas, sino personales, por consiguiente, muchas de ellas lindan en la injuria y el sarcasmo.

En los partidos gobernantes son los burócratas quienes logran imponer las directivas: es muy difícil que un funcionario subalterno vote contra su jefe, como antes el inquilino contra el dueño de fundo. En la Democracia Cristiana, en 1967, fue elegida una directiva rebelde y tercerista, que presidía mi padre, Rafael Agustín Gumucio, pero ésta duró poco tiempo, pues en Peñaflor los funcionarios del gobierno de Frei Montalva la desahuciaron. El caso de los socialistas es muy distinto: el propio presidente Allende apoyó la directiva de Carlos Altamirano, en le Congreso de la Serena, contra Aniceto Rodríguez; por lo demás, en el pacto de la Unidad Popular, se acordó no hacer un gobierno personalista, como los burgueses anteriores y todos los pasos políticos deberían tener la unanimidad de los partidos aliados. Salvador Allende respetó siempre el carácter plural de su gobierno, incluso, tuvo que aceptar algunas materias con las cuales estaba en desacuerdo. A muchos llamará la atención esta lealtad democrática del heroico presidente. Es que no tenía nada que ver con los “mandoncillos” típicos de todas las épocas.

A juzgar por los resultados parciales conocidos, correspondientes a la última elección del Comité Central, la lista de Camilo Escalona habría obtenido más del 50% de los sufragios; la de Isabel Allende y Carlos Ominami, el 30%; la de Alejandro Navarro, 9% y la de Carmen Lazo y Carlos Moya, el 8%. Se habría cumplido, perfectamente, la ley del hierro de las oligarquías partidarias, sin embargo, si sumamos toda la disidencia tendría, al menos, el 50% de los votos. En las últimas elecciones se han mantenido, más o menos, las últimas tendencias, con distintos nombres y circunstancias. Esto de la renovación de las élites no existe mucho en el Partido Socialista.

En setenta y cinco años, el socialismo chileno ha aportado elementos muy importantes a nuestra política:

1- La independencia de la Segunda y Tercera Internacional
2- El carácter latinoamericanista del Partido
3- Inclusión de trabajadores manuales e intelectuales
4- La crítica permanente al estalinismo
5- La negación del Vaticano soviético
6- La República de los trabajadores en el Manifiesto de 1947, con su líder Eugenio González
7- La renovación
8- La relación entre la democracia y el socialismo

Los líderes socialistas chilenos, a lo largo de la historia, se han caracterizado por la heterodoxia y creatividad de su pensamiento: Eugenio Matte Hurtado y Marmaduque Grove Vallejos y, posteriormente, Eugenio González tocaron el cielo con la mano en la corta revolución socialista de doce días, entrando a La Moneda en un auto arrendado y lanzando panfletos en el centro de Santiago. Aún recuerdo las frases que escuchaba repetidamente cuando niño, en que mi abuelo, Rafael Luís Gumucio, en ese tiempo conservador, en que escribía a don Marmaduque: “En un banco de la Alameda tomará el sol un anciano de aspecto agradable y bondadoso. Llamará al barquillero y le repartirá barquillos a unos niños que juegan cerca de él. Pasarán dos transeúntes y uno le dirá al otro: “este viejito es Grove, que antes hacía revoluciones”. ¡ Y qué revoluciones! Posteriormente, vinieron otras generaciones, como la de Salvador Allende y Raúl Ampuero Díaz – el mejor conocedor del marxismo en la izquierda chilena y autor de un libro inquietante, La izquierda en punto muerto- les suceden don Clodomiro Almeida, Aniceto Rodríguez, Carlos Altamirano y el hoy olvidado Manuel Mandujano.

El socialismo ha tenido tres presidentes de la república: Salvador Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, además de muchos ministros, diputados y senadores. Desde el punto de vista electoral, ha fluctuado entre el 10% y 14% de los sufragios logrando, en 1971, en las elecciones municipales, el 23.3%, y en 1973, el 18.6%, con 29 diputados. Sus dos más altas votaciones coincidieron con el parlamento para Ibáñez, en 1953, y con Salvador Allende, en 1971.

La lucha fraccional ha sido una de las características del socialismo: en 1939 se separa el Partido Socialista de Trabajadores, liderado por César Godoy Urrutia; en el 45-47, el Partido Socialista Auténtico, cuyo líder era Marmaduque Grove; en 1946, Bernardo Ibáñez logra, apenas, el 2.5% de los votos en las elecciones presidenciales; en 1953, el Partido se divide entre socialistas populares – Raúl Ampuero, Almeyda, y otros- y los socialistas, de Allende; en los años 60 surge el MIR y Raúl Ampuero se separa del Partido formando la Usopo (Unión Socialista Popular); en el exilio, el Partido se balcaniza en una serie de pequeños grupos, entre ellos, uno muy original era el de los “suizos”, liderado por Ricardo Lagos Escobar; en el llamado Congreso de Argel se separan los seguidores de Altamirano y de Clodomiro Almeyda. Al final, se unifica atrayendo a algunos sectores cristianos del llamado “socialismo nuevo” – Moc, Mapu e IC.

A pesar de la aparente calma en que se ha desarrollado la última elección al Comité Central, es difícil predecir el destino del socialismo. Estamos en una época de decadencia de los partidos de la Concertación y no creo que el Parito Socialista quede incólume. Es evidente que las formas autoritarias, aplicadas por el escalonismo, no podrán evitar la necesaria búsqueda de nuevos caminos y proyectos y de un reencantamiento, tanto en el seno de la militancia, como en la ciudadanía en general.

Rafael Luís Gumucio Rivas

lunes, 21 de abril de 2008

El significado para la izquierda de la acusación constitucional de la derecha

particular para la izquierda chilena antineoliberal auténtica. En el marco del régimen político post-dictadura ha quedado en evidencia que en manos de los actores del sistema parlamentario binominal el mecanismo de la acusación constitucional se presta para las luchas de poder entre las elites políticas, que se ven favorecidas por el engranaje antidemocrático de elección de los parlamentarios.

Dejemos en claro que hasta el momento ningún ministro del Interior ha sido acusado constitucionalmente como responsable directo de la muerte de un joven mapuche, un joven poblador o un trabajador maderero, ya que de él dependen las fuerzas policiales y de orden. Tal acusación hubiera debido haberse hecho en reiteradas ocasiones. Por una razón muy simple: la protección de la vida humana y su dignidad son la razón de ser de una Constitución democrática o de un remedo de Constitución, que por lo mismo tendría que buscar salvar las apariencias. Y las izquierdas modernas tienen un compromiso fundamental con la lucha por la creación de condiciones para la vida digna entre ciudadanos iguales.
Además, los datos suministrados por las encuestas indicaban que la mayoría de la población estaba en contra de la destitución de la ministra Provoste. Aún así, la derecha vieja, apoyada por la neo derecha ex DC de Zaldívar y los ex PPD de Flores, adoptó una estrategia de confrontación directa, cuyo objetivo político-mediático era asestarle un golpe al gobierno concertacionista. Es el tipo de escaramuzas propio de lo que se llama el juego político parlamentario en regímenes donde la exclusión de los sectores populares es la norma. Panem et circences.
Cabe preguntarse qué hubiera hecho en una situación parecida un grupo de parlamentarios pertenecientes a un bloque de partidos de izquierda auténtica en una hipotética situación donde la elección de parlamentarios se hubiera hecho según la regla proporcional. ¿Hubieran votado por la destitución de quién era responsable-imputable en la gestión de los dineros públicos de un sistema de educación opaco y regulado fundamentalmente por la lógica del lucro?
Es evidente que un bloque de parlamentarios de izquierda y antineoliberal hubiera bregado siempre por un sistema de educación gratuito y universal congruente con la concepción de que la educación pública y laica son un derecho y un bien común que deben ser responsabilidad del Estado. Una política popular se hubiera enmarcado y apoyado en las movilizaciones estudiantiles y en las luchas populares de los trabajadores y de las capas medias para exigir que parte de los excedentes fiscales fueran invertidos en un plan de educación global y bien planificado. Lo mismo en salud para todos y de calidad.
Un equipo de parlamentarios de izquierda antineoliberal hubiera planteado, sin lugar a dudas, el llamado a Estados Generales o a una Asamblea de la educación pública, donde con la participación de las organizaciones sindicales de profesores, de la CUT, de los apoderados, de los estudiantes, de los movimientos sociales, de los expertos del mundo académico y de los partidos políticos se hubieran diseñado las políticas educacionales para un Chile moderno.
Pero fundamentalmente la izquierda hubiera defendido la necesidad de un plebiscito para dar curso a esta reivindicación y a otras como el derecho al aborto y a la elección de una Asamblea Constituyente para redactar una Constitución democrática que garantice no sólo las libertades individuales sino también los derechos económicos y sociales de los ciudadanos.
Además, hubiera creado las condiciones para consultar directamente a la ciudadanía y a sus militantes acerca de la actitud a adoptar ante una acusación constitucional buscando preservar siempre la coherencia con sus principios.
Y para transparentar los mecanismos de subvención y distribución del dinero público a sostenedores privados, un bloque de izquierda hubiera apoyado la creación de una comisión investigadora compuesta por parlamentarios y por expertos probos.
Editoriales de medios derechistas ya han advertido acerca del peligro que implica la utilización reiterada del mecanismo de la acusación constitucional. No tienen un pelo de tontos. En este caso se justificaría, han dicho, con esa mala conciencia que caracteriza a la derecha chilena.
Ahora bien, y esto sí que hubiera sido una práctica intransigente. Un grupo de parlamentarios de izquierda utilizaría el mecanismo de la acusación constitucional cada vez que la vida de un trabajador es sesgada por las balas de los aparatos policiales o que jóvenes pobladores y mapuches caen bajo balas anónimas, o que un movimiento huelguístico es reprimido con la ferocidad denunciada por Amnistía Internacional en circunstancias donde las fuerzas del orden operan y dependen directamente del ministerio del Interior.
Por Leopoldo Lavín Mujica. Profesor del departamento de filosofía, Collège de Limoilou, Québec, Canadá

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Leopoldo Lavín
leolavin@sympatico.ca

viernes, 11 de abril de 2008

Nuestra adorada derecha


Mucho se habla de la píldora del día después en estos días. Qué decir del aborto, tema aún “tabú” por la caprichosa necedad de algunos sectores que sienten nostalgia de aquella nación donde imperaba el sistema de Encomienda. El divorcio, la sexualidad, todo lo que huela a discusión, en síntesis: el miedo de las clases dirigentes de que se descubra que habitamos en un mundo como voluntad y representación.

Como sujeto egoísta y enajenado por las nuevas tecnologías y el devenir posmoderno que soy, poco y nada me interesa la moral de nuestro tiempo; por el contrario sólo anhelo existir una década más hasta que se me seque la sangre y comience a echar espuma por la boca –según los exegetas y los hechiceros, el agua y otros recursos naturales se acabarán pronto-. Sin embargo, como observador y partícipe de la sociedad humana de profusa idiotez occidental, es necesario emitir juicios cuando se colocan en agenda cuestiones eminentemente vinculadas a la voluntad individual, como es el aborto, el divorcio, etc.
¿Por qué abortar es malo? Según los entendidos en cuestiones de la moral –buhoneros, sacerdotes, mercachifles y derechistas de toda índole- cuando una mujer tiene la voluntad de interrumpir un embarazo no deseado está inexorablemente acabando con una vida. En términos estrictamente formales, cuando se practica el aborto sólo se interrumpe la existencia de un ente cuya importancia para el mundo y la vida del resto poco interesan. En resumen, ni siquiera es asunto del vecino. Empero, el universo conservador –caso chileno- se empecina en tachar de asesina y “anticonstitucional” a toda mujer que ose en llevar a la práctica la interrupción voluntaria del embarazo, porque sin duda se trata de un asesinato cualquiera.
¡Vaya que nadie comprende la enorme diferencia entre el vivir y el existir! Quien vive construye y es partícipe de un mundo: acaricia a la golondrina que revolotea alrededor de los juncos y sus sentidos de inmediato la reconocen, o arranca un nenúfar y lo transforma en una impredecible alhaja. ¡Vivir es interpretar el intuir, el percibir al todo a través de los sentidos! Existir por el contrario, es nuestra lamentable condición humana en sí y por sí, apenas conformada por cuestiones inmanentes tales como una deliberada violencia o un instinto animal: la vida sirve para dominar al instinto y ésta es ulterior al existir…
El asunto que nos lleva a poner en agenda temas arcaicos como la Píldora del día después, es la mañosa y ridícula actitud de la derecha chilena que ante todo anhela proteger las “vidas futuras”. Lo paradójico es que ese grupo entrenado en las viejas usanzas –“dicen” por ahí que todavía creen que la tierra es plana- no tiene pelos en la lengua a la hora de justificar los asesinatos cometidos durante la dictadura y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, amparándose en el ya ridículo y muy soez argumento que ora respecto a “la defensa del estado chileno”.
Nada positivo se obtiene presentando una y otra vez los argumentos científicos, filosóficos y racionales a toda esa orla de bufones y saltimbanquis. Quizá debamos recurrir a Eclesiastés y rescatar la presente cita “No dar de comer perlas a los cerdos”. ¡Lo dice la Biblia!
Nuestra labor en cambio, ha de centrarse en la no compleja y muy simplista visión de mundo de la derecha chilena, para lograr comprender cuáles son los mecanismos que influyen en su mentalidad y que provocan que una y otra vez espete discursos de categoría socarrona, absurda y rebajada. ¿Qué es la derecha chilena? ¿Cómo definirla a grandes rasgos?
La derecha chilena
Este tropel escinde a los liberales y a los ultra conservadores. Al primer grupo pertenecen todos aquellos seres ¿humanos? cuya vida cobra sentido gracias a la acumulación constante de capitales: generalmente son licenciados en Economía con MBA y en algunos casos doctorados. Hacen del signo dólar la consigna y no escatiman recursos a la hora de concretar sus anhelos más íntimos: usurean, estafan, explotan, engañan. A veces se candidatean para la presidencia de la República y por lo general nunca triunfan ¡Muy buena señal! Significa que el goce estético de los chilenos todavía no se ha rebajado lo suficiente…
Al segundo grupo pertenecen todas las familias pseudo aristocráticas de la nación –afortunadamente la historia nos explica que provienen en su mayoría, de la estirpe más plebeya y viciosa de Europa-. Acaparan la atención de todos los medios conservadores y derechistas, estampando las páginas sociales con sus alegres francachelas en honor a la inauguración de la novísima tienda de cachivaches para decoración de las dos amigas imbéciles de moda, o regentando exhibiciones “artísticas” vinculadas a toda la porquería snob de la alta esfera santiaguina. Incluso algunos medios les dan “tribuna” para que los más viejos expresen su opinión o sencillamente se “luzcan”, casi como un asilo para todo lo que entre ellos mismos es senil y decadente: podemos leer allí las bufonadas de Horriblemógenes Pene de Alce, o contemplar las sonrisas diabólicas de María Rosa ManGuera o Juanita Hastamañana.
Ese dualismo, conservadores y liberales, corresponde a la manada más patética y nauseabunda de la que se pueda tener noticia: amparados en la moral de la Iglesia Católica, patetas y viejas histéricas –éstas últimas, un supuesto símbolo del universo mujeril chileno- se oponen a cualquier decisión que ponga en peligro su posición dominante en lo que respecta al control de la conciencia chilena. No sólo representan lo más absurdo y mediocre en términos de intelecto y devenir histórico, sino que además tienen el tupé de ningunear cualquier decisión que provenga del espíritu popular: insultan, ridiculizan, patalean. Aguardemos el día en que deban caer de su pedestal, y allí nos burlaremos todos: contemplaremos culos antaño sonrosados, teñidos por el fango y la inmundicia de una ciénaga que ellos mismos han regentado desde el principio de nuestro tiempo…

'Aníbal Venegas
anibal.venegas@gmail.com

lunes, 7 de abril de 2008

Providencial abuso de confianza


La Derecha chilena, confiada en la “democracia protegida” por el sistema binominal que le asegura una representación parlamentaria aumentada y suficiente para “cogobernar” con la Concertación, ha traspasado todos los límites que aconsejaba la prudencia. En efecto, sus últimas actuaciones políticas, tendientes a maniatar a la figura principal del oficialismo, nada menos que la presidenta de la república a quién pretenden ponerle collar y traílla con el propósito de menoscabar su prestigio que los conduzca finalmente a tomar el control político sin necesidad de desalojarla, ha puesto a las fuerzas políticas en un inédito trance.

La última actuación del Tribunal Constitucional, institución antidemocrática contemplada en la Constitución del 80 que distorsiona el funcionamiento de los 3 poderes del Estado, pero que hasta el momento había tenido una actuación desde las sombras, es sacada ahora a la luz del día, para iluminar inequívocamente, la puesta del dedo en la llaga.
Anular una política de salud pública con el pretexto de que se vulnera el derecho a la vida y dejar en manos del mercado la distribución del medicamento, no solo es un flagrante acto de hipocresía, es también un abuso. Un abuso que se ha hecho sentir en la ciudadanía.
Por otra parte, la destitución de la ministra de educación Yasna Provoste, por un “delito” que saben bien que no ha cometido, es otro abuso. También es una manifestación de hipocresía más, puesto que saben bien que el desorden en las subvenciones estatales que reciben los sostenedores de los colegios privados, viene de muy antiguo, desde los orígenes de su gobierno mentor. La implacable dictadura derechista.
Todo el mundo sabe que esas subvenciones son un subproducto de la idea de “libertad de educación” que ha sostenido en el tiempo precisamente la Derecha, merced a su distorsionada representación parlamentaria y el alto quórum para revertir esa chacota educacional que representa la mayoría de los colegios privados financiados con dineros fiscales.
La destitución de la ministra, es otro abuso más que lleva a cabo la displicente derecha, que actúa sobre seguro y alentada por las propicias condiciones que le permite la abyecta Constitución Política del Estado. Un abuso que se ha hecho sentir en el corazón del pueblo.
La población chilena, no tiene que hacer un elaborado análisis para entender que estas situaciones descritas van en contra de su integridad. Se entiende claramente que este pretexto – chivo expiatorio- es un ensañamiento en contra de una persona, que ocupaba un alto cargo en virtud de sus méritos y que su debilidad consistía en ser una mujer, de origen humilde, y de rasgos populares.
También el pueblo percibe en forma natural, que prohibir la distribución gratuita de medicamentos, significa que tendrá que comprarlo. Su ira será mayor, cuando entienda que se están entrometiendo en su conducta sexual aquellos hipócritas mojigatos que no tienen ningún problema en financiarse el medicamento puesto que están en una situación de privilegio en virtud de sus altos ingresos.
De manera que estamos frente a una inmejorable ocasión en que el pueblo necesita expresarse, necesita decidir, pero no tiene el instrumento para hacerlo.
Necesitamos de un plebiscito para zanjar estas controversias fundamentales. Un plebiscito que es inseparable de una Democracia.
Sabemos que el plebiscito existe, pero que no está disponible. No es suficiente que la mayoría de los ciudadanos lo exija, se necesita de un procedimiento irrealizable para obtenerlo. Es una burla en la realidad, una quemante burla.
En días pasados, en este mismo espacio, se publicó una nota de Roberto Garretón, apoyada por prestigiosas personalidades del mundo de la cultura y la sociedad, en que se diseñaba un camino para cambiar la Constitución y así alcanzar la democracia. La idea es luminosa, sin embargo considero que para llevarla a cabo con éxito, debe ser impulsada con un ánimo constituyente, fundacional, debe ser impulsado por la totalidad de las fuerzas políticas democráticas y encabezado por el liderato natural, que recae en la persona de la presidenta de la República.
Nadie podrá acusarla de intervención electoral, puesto que lo que se pediría que en las próximas elecciones, no es una preferencia por un candidato, sino que es una papeleta extra o una marca que incluya la necesidad que el plebiscito sea una realidad. Nadie mejor que Bachelet puede liderar esa aspiración popular, nadie mejor que ella está posicionada para tomar esta oportunidad que se le ha puesto en sus manos. Nadie mejor que la presidenta para pedir la manifestación de la ciudadanía, nadie mejor que ella para realizar una reforma benéfica para nuestro país. Nada mejor que exigir un plebiscito.
RENE DINTRANS

jueves, 3 de abril de 2008

Basta de belicismo en TVN: No más "Pelotón"

En las disquerías alemanas no es fácil encontrar marchas militares como Érika o Radesky, la gente ya no las quiere, les recuerdan tiempos difíciles e incluso vergonzosos. Tampoco es posible encontrar monumentos militares, mucho menos de la época nazi, salvo algunos anteriores a esa época triste y que han sido dejados para recordar lo que nadie quiere que ocurra de nuevo en ese país.

En Canadá, por otra parte, jamás se verá por las calles a militares de uniforme, mucho menos en tenida de combate; está estrictamente prohibido. Es que ése es también un pueblo que no desea dejarse involucrar en nuevas aventuras militares ni desea endiosar tampoco a gorilas ni a orangutanes, como sí lo hacen en TVN, donde majaderamente aparece un grupo de enajenados en tenidas camufladas que reciben órdenes absurdas que no cuestionan, y que provienen también de otros enajenados que, al parecer, aman la guerra, pero, como ésta no parece cercana, desean quizá el que tengamos un nuevo golpe con la consecuente guerra sucia que conlleva.
Probablemente eso los dejaría muy contentos, mientras tanto lo son añorando en nuestras narices lo peor de la historia de Chile. La pregunta a hacerse es en qué contribuye TVN a la cultura del país con "Pelotón", que no sea en endiosar a guerreros como se hizo durante la dictadura. La respuesta es en ninguna. El programa producido de manera millonaria por la televisión del Estado, es decir, con plata de todos los chilenos, y enviado por señales de cable a todo el mundo, parece, más bien, orientado a blanquear instituciones odiadas por los chilenos como son las fuerzas armadas, y a promover el servicio militar obligatorio que aporta buena carne de cañón proletaria para posibles conflictos armados contra nosotros mismos si llegáramos a comportarnos de nuevo como los "rotos alzados" que combatió Pinochet.
El ex dictador estaría muy contento con el programa estrella "Pelotón" si no estuviera muerto.En "Pelotón" no está en juego ningún pomposo honor de los que allí participan, el que sí lo está es el honor de Televisión Nacional y el de todos nosotros que hemos permitido que esta apología al militarismo se haya exhibido impunemente por dos temporadas consecutivas, por eso ahora digamos ¡basta!!!!!
Colectivo "Las historias que podemos contar" http://www.lashistoriasquepodemoscontar.cl/
Polo Izquierdo de la Memoria http://www.memoriando.com/
Este es un comunicado pertenece a una campaña que exige que TVN termine con «Pelotón» y ni siquiera piense en una nueva versión de este espacio donde se hace apología del belicismo. Si estás de acuerdo con él, reenvía este email a tus relaciones y por favor agrega a la lista tu nombre y profesión y remítela a

directorhistorias@gmail.com

martes, 1 de abril de 2008

Concejales no se eligen por sistema binominal

Sé que no estoy dando una noticia nueva, pero he creído necesario considerar aquí, que los cupos de concejales son 5. Lo que desde luego, es muy distinto al caso de los cupos en Distritos y Circunscripciones, en que se eligen 2 senadores y 2 diputados respectivamente. De manera que en estas elecciones, existe la posibilidad que una minoría quede reflejada en los hechos, un 20% es susceptible de ser registrado, lo que de ninguna manera ocurriría en las elecciones mayores.

Se dirá con razón que las elecciones de concejales no son relevantes, que no son suficientes para asegurar con fundamento que en nuestro país se practica una democracia propiamente tal, ya que la generación de representantes a un poder del Estado, como es el caso del poder legislativo, es repulsivamente antidemocrática.

Los concejales son los últimos personajes del escalafón político y prácticamente no detentan ningún poder. Su irrelevancia está en directa relación a las ínfimas atribuciones que tienen en el gobierno comunal, pero sin embargo, si una minoría lograra un porcentaje cercano al 20% en los votos, es decir, si lograra 1 concejal por comuna, sería una realidad insoslayable que contradiría la espuria representación de los congresistas.

Crearía un problema más allá de la discusión académica como fue el caso de los senadores designados, que desaparecieron por la fuerza de los hechos. Era repugnante que el Senado tuviera una representación distinta a la de los diputados. La vara con que se medía la generación de los representantes del Senado, era la representatividad de los diputados, que era por voto popular, a pesar de la manipulación que significa, elegir solamente entre 2 candidatos.

Tal parece que existiría cierta relevancia si estas elecciones se enfrentaran de manera distinta, de acuerdo a su forma distinta de funcionamiento.

Ciertamente que las 2 alianzas que monopolizan la representación parlamentaria, tienen una ventaja considerable a pesar que aquí el modelo en juego no es el binominal. Es la inercia política, son alianzas que tienen asegurada su cohesión por el poder que detentan en virtud de su estabilidad en el juego dominante, el binominal, pero, es una verdad que nadie puede rehuir, que en estas elecciones las reglas del juego son otras y no debieran enfrentarse con la mentalidad establecida por aquellas, por las que he llamado elecciones mayores.

Sabemos que el electorado de izquierda es mayoritario en la alianza gobernante, sin embargo la trascendencia de sus ideas es prácticamente nula. Y no es determinante en ello la calidad moral de
sus dirigentes, ni es el caso discutirlo aquí, ellos están cautivos en el modelo que han elegido para hacer política.

Por otro lado, los partidos de la llamada izquierda extraparlamentaria, no están ajenos al modelo que han rechazado para hacer política, los condiciona es cierto, pero en menor escala. Es por esa razón que creo que el esfuerzo de reconstruir la izquierda está en manos de los marginales al sistema, que ciertamente son más libres, más puros.

No se puede seguir desperdiciando oportunidades, el Juntos Podemos fue un apronte de brillo incipiente que sucumbió porque sus partidos y movimientos no se supeditaron al todo, siempre sacaban pequeñas cuentas, de la pequeña parte que representaban.

Hoy más que nunca la Concertación necesita votos que no encuentra de donde sacar. Es el momento propicio para negociar pactos por omisión, pero antes, la izquierda extraparlamentaria debe ser capaz de estar unida por algo superior a sus partidos, por el Pueblo que tanto han dicho representar, por la unidad popular de todos los pueblos.

¿O es el caso que el pueblo no significa nada para nadie. Ni siquiera para la Izquierda?

¿Es que el pueblo no es más que una palabra, una palabra que se ha deformado de tanto repetirla, una palabra que ha muerto en manos de sus torpes usuarios?

¿Es que la inmensa cantidad de gente que vive marginada de los beneficios de un país que se desarrolla, porque sus frutos están reservados para una minoría, no tiene otra alternativa de ser considerados porque no existe una palabra que los nombre?

Se ofrece la palabra.
RENE DINTRANS

lunes, 31 de marzo de 2008

Estatizar la corrupción

Durante este fin de semana casi todas las columnas de los diarios analizan, de diversas formas, el tema de la corrupción. Según las encuestas semanales de los diarios del bipolio derechista este tema constituye la segunda preocupación de los chilenos, después de la delincuencia. O asaltan a las personas o al Fisco. Si revisamos nuestra historia, este hecho no es nada nuevo en el mundo político: en 1904, el público desayunaba, almorzaba y cenaba a la luz de las distintas publicaciones sobre peculados, perpetrados por políticos aristócratas –principalmente - a comienzos de siglo pasado, y hoy por operadores y otros funcionarios de distintas categorías.

En el pasado, llegó a tanto el escándalo que el destacado jurista, ex parlamentario y ex diplomático Marcial Martínez propuso, lisa y llanamente, estatizar el soborno a los diputados, es decir, estatizar la corrupción: “recordó Martínez cómo, en la Inglaterra de Jorge III, Lord Grenville había comprado el apoyo político de Horacio Walpole, nombrando un sobrino suyo en un puesto bien retribuido. Era “el soborno que un hombre honrado puede intentar sin ánimo de ofender a otro”...”¿Por qué no imitar en Chile este ejemplo? ¿Importaría esta práctica – se preguntó Marcial Martínez – aunque transitoria, una forma nueva o desconocida en nuestros hábitos políticos? No, pues lo que actualmente pueden tomar para sí ciertos miembros del Congreso mediante su actividad de artificio lo recibirían directamente del Gobierno y así se lograría tal vez una gran economía para el erario. Queremos sustituir el botín bélico de los bandos indisciplinados, por la paga organizada de las tropas regulares”.

“Consideraba enseguida Martínez una alternativa de su proposición... tan burlesca y cínica como ésta. A saber, que Ejecutivo sobornara no a los parlamentarios, sino a la misma “masa electoral”. Es decir, que el Gobierno cohechara” (Vial, Gonzalo, 1981, tomo II:614).

La primera fórmula equivaldría a estatizar la corrupción evitando el abuso privado por parte de los parlamentarios de los dineros fiscales. Algo de esto está ocurriendo, no sólo en Chile, sino también en la economía mundial cuando la FED se hace cargo de un Banco arruinado y que muy posiblemente se multiplique a miles de pequeños Bancos, y el Banco de Inglaterra realizó la misma operación. De las estafas del capitalismo privado al final el Estado se convierte en su salvador; en Chile ocurrió algo similar durante el gobierno de Augusto Pinochet, en los años 80. Más fácil sería que todos los bancos fueran estatales, una especie de socialismo de los ricos como lo llama un famoso economista . La segunda fórmula es aún más atractiva: en vez de que los partidos y candidatos ofrezcan peinetas, anteojos e irrisorias prestaciones de salud a los incautos electores, este cohecho podría llevarlo a cabo el Estado incluyendo, incluso, una partida del presupuesto nacional, repartida igualitariamente entre los electores.

Hay una concepción sociológica y antropológica que sostiene que la corrupción hace parte esencial del ser humano y de la vida en sociedad, por consiguiente, no puede erradicarse, y sólo puede ser morigerada y limitada por la fiscalización de instituciones independientes, es decir, la Contraloría, las Superintendencias, el Poder Judicial o los ciudadanos, por medio del Defensor del Pueblo, los plebiscitos o la Prensa. Para Durkhein, el crimen, el suicidio, el robo y otras formas de delito son hechos sociales anormales consubstanciales a la organización social.

Quizás el mejor de los columnistas de hoy es el profesor Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales, que siempre demuestra un gran saber político y académico en sus columnas dominicales. El domingo, 30 de marzo, tituló su artículo de opinión con una frase tomada de Emmanuel Kant: “Del tronco torcido de la humanidad nunca saldrá nada recto”. Este destacado intelectual se adscribe a la tesis funcionalista en el sentido de que la corrupción es parte de la naturaleza de las sociedades humanas.

El distinguido profesor Patricio Orellana, de larga trayectoria académica en la Universidad de Chile, con razón plantea que el antónimo de corrupción es la probidad y la transparencia y que ésta debe buscarse como fin de la sociedad, no tolerando ninguna forma de corrupción. Según el rector Peña, en el resumen de su artículo dice: “Nadie está libre de pecado. Y por eso, en vez de moralizar, es mejor discutir acerca de las reformas que podrían inhibir la conducta desviada. Si no podemos mejorar la naturaleza humana, sí podemos mejorar las instituciones”.

Según Carlos Peña, el gran mérito de la sencilla sabiduría de Lavín es que la corrupción no tiene color político, ni origen familiar. No sé por qué se me ocurrió que esta idea podría ser algo similar a los clásicos empates de la política chilena que, en el caso histórico de la elección de Federico Errázuriz Echaurren se resolvió por la compra de dos electores y el voto en el Parlamento de sus parientes. Mi abuelo, Rafael Rivas Vicuña, era un fanático de este tipo de desempates oligárquicos, por medio de los famosos tribunales de honor que en 1920, dieron el triunfo a don Arturo Alessandri.

Que hay instituciones que debieran controlar la corrupción política y administrativa es un hecho indudable. La Contraloría General de la República existe desde el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo; los Tribunales de Justicia, desde el comienzo de la República; las Superintendencias han actuado durante todo el período de la democracia protegida; la Constitución da débiles facultades fiscalizadoras al Parlamento. En general, ante cada escándalo, a veces aumentados por la Prensa, se han aprobado sucesivas leyes de probidad; incluso, durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, se instalaron miembros de la Contraloría en cada Ministerio. Si la superación de la corrupción se redujera solamente a un asunto jurídico o de fiscalización tendríamos en Chile un Estado probo y transparente; desafortunadamente, este no es el caso.

Durante mucho tiempo hemos gozado de la leyenda urbana, transmitida por los historiadores, en el sentido de que Chile es una isla de honradez dentro de un continente corrupto, a causa del populismo. En Chile, los partidos políticos no pueden ser comparados por PRI mexicano, ni siquiera con la Democracia Cristiana italiana – hoy fenecida a consecuencia de sus relaciones con la mafia, perseguida por los jueces italianos- con el COPEI y ADECO, de Venezuela, o con los liberales y conservadores colombianos, traspasados por los carteles de la droga y la parapolítica. En Chile, salvo Augusto Pinochet, la mayoría de los presidentes han tenido que trabajar, una vez dejado el poder, y muchos de ellos han vuelto a vivir como ciudadanos, en modestas casas para empleados públicos. Chile era un país pobre, pero honrado. Me atrevo a dudar que con la actual riqueza, producto del maná del cobre, siga siéndolo.

En un artículo anterior, llamado Corrupción y poder, creo haber probado que este bello mito republicano tiene mucho de falsedad. Es cierto que, como todo en historia, hay períodos más corruptos que otros; no cabe ninguna duda de que el seudoparlamentarismo de 1891-1925 fue una época de alta corrupción: el binomio política-negocios estaba intrínsicamente unido; los parlamentarios eran a la vez abogados de los grandes capitales salitreros ingleses y nacionales y no pocas veces ellos mismos eran dueños de oficinas salitreras; el sindicato de Obras Públicas era, por cierto, mil veces más poderoso en la adjudicación de concesiones que el famoso GATE; los escándalos en ferrocarriles, de esa época, no eran muy distintos que los actuales – a lo mejor con menos millones de dólares-; la administración pública era el coto de caza de los partidos políticos- por ejemplo, al Partido Radical le correspondía la educación; a los balmacedistas liberales democráticos, los jueces, y así, suma y sigue; era una verdadera administración feudal – a cada tribu su territorio-. Con razón, el ex presidente Ricardo Lagos no se quiere someter a estos condotieri. Mucho me temo que muy poco ha cambiado entre dos Centenarios: hoy, la Democracia Cristiana es dueña de las empresas fiscales – entre ellas la millonaria CODELCO, además de INDAP y una serie de servicios públicos- lo que resta se reparte entre el PPD, PS y PRSD.

Sólo faltaban las municipalidades y aquí le correspondió su parte a los catones de la UDI, que se regocijaban denunciando las inmoralidades y escándalos de los gobiernos de la Concertación. Volviendo al estudio comparativo con el pasado, nada más corrupto que la comuna autónoma, que nació como un ideal, imitado de la democrática Suiza, y que terminó en la peor de las corrupciones; había municipalidades cuyos alcaldes y otros personeros aprovechaban para enriquecerse ilícitamente con las enormes facultades con que contaban estas instituciones edilicias, sobretodo las más ricas – en las provincias salitreras, Santiago, Valparaíso y Concepción- no pocas veces dejaban de lucrar con las patentes de los garitos de juegos o con los exámenes sanitarios de las trabajadoras sexuales. Me permito recomendar la lectura de Sinceridad, Chile 1910, del profesor Alejandro Venegas, la Historia política parlamentaria, de Manuel Rivas Vicuña, o Las crónicas del Centenario, de Joaquín Edwards Bello, donde podremos profundizar, en detalle, lo pestilente que era la famosa comuna autónoma.

Actualmente, aunque no se ha comprobado, al menos aparecen tres o cuatro municipalidades en tela de juicio por asuntos relacionados con la probidad. Además, hay un número importante de alcaldes, de todos los colores políticos, que han sido conducidos a la justicia por diversas causas de mal manejo administrativo.

Es evidente que Chile durante el período de la dictadura de Pinochet fue un país altamente corrupto; baste citar la venta de empresas públicas a precio de huevo, a funcionarios de la dictadura e, incluso, a un yerno del tirano, además del nepotismo, robo de bienes fiscales, contrabando de armas, falsificación de documentos públicos y otras lindezas. Nadie me acusará de antipatriota por denunciar esta corrupción, por el contrario, creo que al hacerlo sólo cumplo con un deber de ciudadano.

Desgraciadamente, el dictador consiguió, por medio de un pacto de terror, mantener en silencio durante largo tiempo esos latrocinios, no pocas veces con la complicidad de sus opositores. Para qué recordar la “razón de Estado”, invocada a raíz de los pinocheques, y cómo los personeros de la Concertación lo salvaron del justo juicio que el mundo dedica a los genocidas.

Lamentablemente, la democracia protegida, administrada por la Concertación, heredó el caramelo envenenado de la corrupción. No es el momento para recordar la seguidilla de escándalos, desde el davilazo, pasando por las casa Copeva, Inverlink, coimas, Chiledeportes, ferrocarriles, subvenciones, y otros. Es cierto que el concepto corrupción es bastante ambiguo y se protege en la opacidad; generalmente se le asocia con el uso privado de dineros públicos, y sólo se acepta como hechos de corrupción aquellos que están tipificados en el código penal y deben ser tratados por la justicia. En todo el período de los gobiernos de la Concertación muy pocos casos han terminado en condena, y éstos con muy bajas penalidades.

La corrupción es mucho más que aquellos delitos comprobados y penados: abarca distintos campos, en parte es el lobby, el tráfico de influencias, el cohecho, la traición a la voluntad popular por medio de sistemas electorales inicuos y fraudulentos, a veces la malversación, el llamado desorden administrativo, la improvisación, el nepotismo, “las sillas musicales”, la feudalización de la administración pública, la aceptación de la compatibilidad entre cargos de directores de empresas privadas y en la alta administración pública. A la larga, esta es la mezcla entre política y negocios que más temprano que tarde terminan por descomponer la democracia.

En conclusión no creo, como Juan Egaña, que las buenas leyes hagan buenos a los hombres, que una mayor fiscalización, que por cierto es imprescindible, vaya a crear por sí sola, una administración, un Gobierno y un Estado probo. Para tener un Chile transparente y honesto es necesario que la política vuelva a ser una rama de la ética y no una forma más rápida de enriquecerse, según los postulados del neoliberalismo que centra el sentido de la vida humana en lograr la mayor rentabilidad en el menor tiempo posible: el mercado carece completamente de ética y por mucho que se le quiera regular, siempre buscará los mejores atajos para el enriquecimiento perpetuo.

Rafael Luis Gumucio Rivas

domingo, 30 de marzo de 2008

Las piedras de la historia


“Qué maneras más curiosas de recordar tiene uno”
Silvio Rodríguez
El 29 de marzo, un número importante de chilenos recuerda y conmemora a sus caídos y no se trata de víctimas al azar. Era el esfuerzo de un régimen por imponer el miedo y el terror a quienes resistían su mal gobierno. Durante 1985, 53 chilenos y chilenas, en su mayoría jóvenes, ofrendaron sus vidas de diferentes modos y un número indeterminado de personas sufrieron detenciones arbitrarias y torturas.

Recordar el 29 de marzo de 1985, no es otra cosa que rendir un homenaje a cada una de esas vidas arrancadas de sus familias y de un proyecto distinto de país. De ahí que uno de los modos más sinceros de hacerlo, es ratificando un viejo compromiso: hacer de Chile, un país más justo y digno para nosotros y nuestros hijos e hijas. La memoria de los renegados, sin embargo, tiende a matizarse con la de los victimarios, buscando en un primer esfuerzo imponer el olvido - si ello no diera resultado- intentan entonces bajar el perfil o remitir el recuerdo a un símbolo, una placa recordatoria, para que queden bien guardados, en el obituario de fin de siglo; los más osados buscaron verdades pactadas que aseguraran el suculento negocio del Co-gobierno.
Los hermanos Eduardo y Rafael Vergara Toledo, como José Manuel Parada, Santiago Nattino, Manuel Guerrero, los hermanos Marcelo y Daniel Miño Logan, Oscar Fuentes Hernández, Paulina Aguirre Tobar, Sara Plaza, Carlos Godoy Echegoyen, entre tantos, son el símbolo de la resistencia contra una dictadura brutal, pero también son el signo de una política que levantaron diversos sectores de izquierda, con el afán de lograr la caída del dictador, la política de rebelión popular. Fue la más alta bandera de la dignidad, levantada por los jóvenes de la época.
A pesar de su derrota, los que tomaron la decisión de hacerla carne y pagaron con su vida por ello, merecen respeto.
¿O existen castas de víctimas a las que se debe recordar y a otras no? Con los mártires no puede haber discriminación de ningún tipo, otro asunto son las formas de conmemoración, que en ningún caso puede significar silencio.
Los peñascazos como símbolos de la historia.
Cuando Luisa Toledo, madre de los hermanos Eduardo y Rafael, asesinados por carabineros increpa al señor ministro Vidal, con la imagen de las piedras lanzadas, incluso sobre su cabeza, la respuesta del distinguido funcionario se redujo a decir que los problemas de un país no pueden arreglarse a peñascazos.
Usted tiene razón ministro, los problemas de un país no debieran solucionarse por esa vía, pero hay momentos en la historia de un pueblo, en que las voces de los excluidos, de los insignificantes de la historia, claman en el desierto sin respuesta. Entre las voces que se han levantado en el desierto, se encuentran las de Luisa Toledo y Manuel Vergara.
Por tanto, pasar del grito a la piedra que golpea las puertas y las cabezas de los sordos, cuando han pasado veintitrés años, no me parece ningún acto de neurosis.
Las piedras, por insignificantes que parezcan hoy, ante la tecnología de la muerte, juegan y han jugado un papel digno. En la historia de muchos pueblos, grandes alegorías tienen como centro una piedra, baste recordar el proyectil lanzado por David contra Goliat.
La piedra ante la amenaza mortal de la bala, es el acto épico y supremo de hombres y mujeres por su dignidad. Así lo demostró el pueblo de Chile, a mediados de los ochenta, así lo demuestran los jóvenes y niños de Palestina e Irak, ante la ocupación sanguinaria de Israelitas y Norteamericanos.
Las piedras no solucionan los problemas señor ministro Vidal, señores integrantes de la concertación y de la derecha del país, pero tampoco se corrigen con mesas cojas de diálogo, ni con la amenaza de las penas del infierno a quienes osen lanzarlas, ni con la soberbia de quienes se esconden bajo el poder empresarial, las leyes de amnistía y de los acuerdos que los protegen de sus responsabilidades, tanto en la eliminación de ciudadanos, como del desfalco que sufrió y sufre el país, en manos inescrupulosas.
Muchos de ustedes no han lanzado una piedra, ni una molotov, ni siquiera un mísero panfleto en su vida y sin embargo, el daño que han causado a la psiquis de los chilenos, al cuerpo de los chilenos, al alma de los chilenos, no tiene posibilidad de comparación. Con sus acciones políticas lo que han hecho es asesinar sistemáticamente la esperanza, el sueño de una sociedad más justa.
“La justicia en la medida de lo posible”, el silencio pactado para resguardar el nombre de los torturadores, la comodidad de la democracia protegida, amparada en un binominalismo político, social y cultural impuesto a costa de cesantía, miedo y exclusión, son parte de las miserias que tendrán que cargar durante toda su vida.
Porque las voces que claman en el desierto, como hoy la de Luisa, cumplen la función de ser la piedra que estalla contra la ventana de sus dormitorios, alterando el sueño de tan distinguidos caballeros.
OMAR CID