miércoles, 30 de abril de 2008

La ley de hierro de las oligarquías y el PS

Se entiende que los partidos políticos deben ser canal de expresión de los distintos proyectos existentes en la sociedad civil. En la actualidad, los partidos detentan el monopolio de las ofertas políticas de distintas élites, en las cuales el ciudadano debe elegir como en el supermercado.

Los partidos de izquierda tienen distintas fases históricas: en la primera se relacionan plenamente, con los sectores de trabajadores organizados – en este sentido los partidos de izquierda chilena tienen enorme valor de haber sabido identificarse, perfectamente, con movimientos de trabajadores – la segunda consiste en la lucha por el poder político en el Parlamento y en el Ejecutivo y, la tercera, es cuando se convierte en el partido de gobierno e identifican la suerte del partido con el poder de turno.

En la fase de partidos de gobierno una de las tareas principales consiste en proveer al Ejecutivo de cuadros técnicos burocráticos, es decir, en el caso de gobiernos de coalición distribuir, proporcionalmente, las distintas áreas de la administración pública entre los componentes de la alianza gubernativa. En nuestra historia hay un solo caso, el de la Democracia Cristiana, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, en que el partido de gobierno no se vio obligado a distribuir los cargos públicos, pues tenía mayoría absoluta.

En el caso de los partidos actuales, el problema consiste en que la burocracia estatal comienza a dominar las distintas instancias de decisión partidaria: desde el Congreso al Comité Central y, finalmente, a la directiva del partido. De poco sirven las formas democráticas de elección de las autoridades, incluida la famosa paridad de género, pues al fin se trata de mujeres parientes de las élites; así está ocurriendo con la mayoría de los congresos partidarios, en que terminan alineándose en liderazgos más o menos vitalicios. Es cierto que votan, en esta última elección socialista, más de 35.000 militantes, sin embargo, es exiguo si lo comparamos con el universo electoral.

Los distintos partidos políticos no logran atraer a más del 25% de los ciudadanos y todos ellos sufren situaciones de graves distanciamientos de la sociedad civil: la Democracia Cristiana está fraccionada, y su directiva autoritaria sólo tiene como recurso la expulsión respecto a grupos discrepantes; el PPD estuvo a punto de eclosionar con el escándalo de Chiledeportes y hoy apenas sobreviven en base a acuerdos cupulares; la UDI, un partido autoritario, casi leninista, está traspasado por escándalos en municipalidades emblemáticas, además de las agudas críticas al partido por parte de Pablo Longueira y de Joaquín Lavín; así ocurre con los demás partidos, de una u otra manera.

Si los partidos de gobierno, en la fase neoliberal, sólo se concentran en la formación de cuadros tecno-burocráticos y tuvieran que ser juzgados en base a este parámetro, estoy seguro de que saldrían bastante mal calificados, pues la administración pública se caracteriza, en estos tiempos, por inepcias, descuidos y desórdenes funcionarios; baste citar Ferrocarriles, Registro Civil, Transantiago, para no mencionar los sainetes de transporte de frambuesas en las maletas de los autos fiscales, o la inauguración del hospital de Curepto.

Dentro de este panorama, hasta ahora, el Partido Socialista ha salido mejor parado que la Democracia Cristiana y el PPD. Es cierto que hay díscolos, pero representan a verdaderos rebeldes con causa, pues defienden principios libertarios, que han formado parte del ideario laico-socialista. Muchas veces la directiva, en forma errónea, para preservar la alianza con la Democracia Cristiana, ha tratado de acallar estas justas y creativas posiciones, especialmente en los torpemente llamados “temas éticos” que, en el fondo, son ideológicos y políticos. La lucha del debate abierto está en el ADN del socialismo y poco puede hacer una directiva autoritaria para eliminarla, en la búsqueda de un partido regido por el centralismo democrático, al estilo de la RDA. Ser partido de gobierno no significa convertirse en un recadero de los distintos gabinetes del presidente de turno.

La historia tiene un gran eso en todas las elecciones socialistas: si revisamos los nombres de cada una de las listas, podemos comprobar este aserto: la que encabeza Camilo Escalona se denomina, nada menos, que Más igualdad para Chile, lo que constituye un exabrupto en uno de los países más inigualitarios del mundo; Isabel Allende y Carlos Ominami encabezan la lista de Las grandes alamedas, que recuerda las emotivas palabras de Salvador Allende, en su último discurso; Alejandro Navarro utiliza el Más, y Carmen Lazo y Carlos Moya, Socialistas como Allende.

La pasión polémica forma parte importante de la médula del Partido Socialista: en cada Congreso las disputas oratorias no están exentas de críticas mordaces: por ejemplo, la larga y aguda disputa entre Salvador Allende y Raúl Ampuero; entre Clodomiro Almeida y Carlos Altamirano; entre este último y Aniceto Rodríguez, sólo por nombrar algunas. El periodista Eugenio Lira Massi, en su libro La cueva de los cuarenta y ocho senadores, caracteriza a los padres conscriptos socialistas como personas que están siempre enojadas, como si anduvieran con zapatos que les quedaron chicos. A diferencia del pasado, las disputas de hoy no son ideológicas, sino personales, por consiguiente, muchas de ellas lindan en la injuria y el sarcasmo.

En los partidos gobernantes son los burócratas quienes logran imponer las directivas: es muy difícil que un funcionario subalterno vote contra su jefe, como antes el inquilino contra el dueño de fundo. En la Democracia Cristiana, en 1967, fue elegida una directiva rebelde y tercerista, que presidía mi padre, Rafael Agustín Gumucio, pero ésta duró poco tiempo, pues en Peñaflor los funcionarios del gobierno de Frei Montalva la desahuciaron. El caso de los socialistas es muy distinto: el propio presidente Allende apoyó la directiva de Carlos Altamirano, en le Congreso de la Serena, contra Aniceto Rodríguez; por lo demás, en el pacto de la Unidad Popular, se acordó no hacer un gobierno personalista, como los burgueses anteriores y todos los pasos políticos deberían tener la unanimidad de los partidos aliados. Salvador Allende respetó siempre el carácter plural de su gobierno, incluso, tuvo que aceptar algunas materias con las cuales estaba en desacuerdo. A muchos llamará la atención esta lealtad democrática del heroico presidente. Es que no tenía nada que ver con los “mandoncillos” típicos de todas las épocas.

A juzgar por los resultados parciales conocidos, correspondientes a la última elección del Comité Central, la lista de Camilo Escalona habría obtenido más del 50% de los sufragios; la de Isabel Allende y Carlos Ominami, el 30%; la de Alejandro Navarro, 9% y la de Carmen Lazo y Carlos Moya, el 8%. Se habría cumplido, perfectamente, la ley del hierro de las oligarquías partidarias, sin embargo, si sumamos toda la disidencia tendría, al menos, el 50% de los votos. En las últimas elecciones se han mantenido, más o menos, las últimas tendencias, con distintos nombres y circunstancias. Esto de la renovación de las élites no existe mucho en el Partido Socialista.

En setenta y cinco años, el socialismo chileno ha aportado elementos muy importantes a nuestra política:

1- La independencia de la Segunda y Tercera Internacional
2- El carácter latinoamericanista del Partido
3- Inclusión de trabajadores manuales e intelectuales
4- La crítica permanente al estalinismo
5- La negación del Vaticano soviético
6- La República de los trabajadores en el Manifiesto de 1947, con su líder Eugenio González
7- La renovación
8- La relación entre la democracia y el socialismo

Los líderes socialistas chilenos, a lo largo de la historia, se han caracterizado por la heterodoxia y creatividad de su pensamiento: Eugenio Matte Hurtado y Marmaduque Grove Vallejos y, posteriormente, Eugenio González tocaron el cielo con la mano en la corta revolución socialista de doce días, entrando a La Moneda en un auto arrendado y lanzando panfletos en el centro de Santiago. Aún recuerdo las frases que escuchaba repetidamente cuando niño, en que mi abuelo, Rafael Luís Gumucio, en ese tiempo conservador, en que escribía a don Marmaduque: “En un banco de la Alameda tomará el sol un anciano de aspecto agradable y bondadoso. Llamará al barquillero y le repartirá barquillos a unos niños que juegan cerca de él. Pasarán dos transeúntes y uno le dirá al otro: “este viejito es Grove, que antes hacía revoluciones”. ¡ Y qué revoluciones! Posteriormente, vinieron otras generaciones, como la de Salvador Allende y Raúl Ampuero Díaz – el mejor conocedor del marxismo en la izquierda chilena y autor de un libro inquietante, La izquierda en punto muerto- les suceden don Clodomiro Almeida, Aniceto Rodríguez, Carlos Altamirano y el hoy olvidado Manuel Mandujano.

El socialismo ha tenido tres presidentes de la república: Salvador Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, además de muchos ministros, diputados y senadores. Desde el punto de vista electoral, ha fluctuado entre el 10% y 14% de los sufragios logrando, en 1971, en las elecciones municipales, el 23.3%, y en 1973, el 18.6%, con 29 diputados. Sus dos más altas votaciones coincidieron con el parlamento para Ibáñez, en 1953, y con Salvador Allende, en 1971.

La lucha fraccional ha sido una de las características del socialismo: en 1939 se separa el Partido Socialista de Trabajadores, liderado por César Godoy Urrutia; en el 45-47, el Partido Socialista Auténtico, cuyo líder era Marmaduque Grove; en 1946, Bernardo Ibáñez logra, apenas, el 2.5% de los votos en las elecciones presidenciales; en 1953, el Partido se divide entre socialistas populares – Raúl Ampuero, Almeyda, y otros- y los socialistas, de Allende; en los años 60 surge el MIR y Raúl Ampuero se separa del Partido formando la Usopo (Unión Socialista Popular); en el exilio, el Partido se balcaniza en una serie de pequeños grupos, entre ellos, uno muy original era el de los “suizos”, liderado por Ricardo Lagos Escobar; en el llamado Congreso de Argel se separan los seguidores de Altamirano y de Clodomiro Almeyda. Al final, se unifica atrayendo a algunos sectores cristianos del llamado “socialismo nuevo” – Moc, Mapu e IC.

A pesar de la aparente calma en que se ha desarrollado la última elección al Comité Central, es difícil predecir el destino del socialismo. Estamos en una época de decadencia de los partidos de la Concertación y no creo que el Parito Socialista quede incólume. Es evidente que las formas autoritarias, aplicadas por el escalonismo, no podrán evitar la necesaria búsqueda de nuevos caminos y proyectos y de un reencantamiento, tanto en el seno de la militancia, como en la ciudadanía en general.

Rafael Luís Gumucio Rivas

lunes, 21 de abril de 2008

El significado para la izquierda de la acusación constitucional de la derecha

particular para la izquierda chilena antineoliberal auténtica. En el marco del régimen político post-dictadura ha quedado en evidencia que en manos de los actores del sistema parlamentario binominal el mecanismo de la acusación constitucional se presta para las luchas de poder entre las elites políticas, que se ven favorecidas por el engranaje antidemocrático de elección de los parlamentarios.

Dejemos en claro que hasta el momento ningún ministro del Interior ha sido acusado constitucionalmente como responsable directo de la muerte de un joven mapuche, un joven poblador o un trabajador maderero, ya que de él dependen las fuerzas policiales y de orden. Tal acusación hubiera debido haberse hecho en reiteradas ocasiones. Por una razón muy simple: la protección de la vida humana y su dignidad son la razón de ser de una Constitución democrática o de un remedo de Constitución, que por lo mismo tendría que buscar salvar las apariencias. Y las izquierdas modernas tienen un compromiso fundamental con la lucha por la creación de condiciones para la vida digna entre ciudadanos iguales.
Además, los datos suministrados por las encuestas indicaban que la mayoría de la población estaba en contra de la destitución de la ministra Provoste. Aún así, la derecha vieja, apoyada por la neo derecha ex DC de Zaldívar y los ex PPD de Flores, adoptó una estrategia de confrontación directa, cuyo objetivo político-mediático era asestarle un golpe al gobierno concertacionista. Es el tipo de escaramuzas propio de lo que se llama el juego político parlamentario en regímenes donde la exclusión de los sectores populares es la norma. Panem et circences.
Cabe preguntarse qué hubiera hecho en una situación parecida un grupo de parlamentarios pertenecientes a un bloque de partidos de izquierda auténtica en una hipotética situación donde la elección de parlamentarios se hubiera hecho según la regla proporcional. ¿Hubieran votado por la destitución de quién era responsable-imputable en la gestión de los dineros públicos de un sistema de educación opaco y regulado fundamentalmente por la lógica del lucro?
Es evidente que un bloque de parlamentarios de izquierda y antineoliberal hubiera bregado siempre por un sistema de educación gratuito y universal congruente con la concepción de que la educación pública y laica son un derecho y un bien común que deben ser responsabilidad del Estado. Una política popular se hubiera enmarcado y apoyado en las movilizaciones estudiantiles y en las luchas populares de los trabajadores y de las capas medias para exigir que parte de los excedentes fiscales fueran invertidos en un plan de educación global y bien planificado. Lo mismo en salud para todos y de calidad.
Un equipo de parlamentarios de izquierda antineoliberal hubiera planteado, sin lugar a dudas, el llamado a Estados Generales o a una Asamblea de la educación pública, donde con la participación de las organizaciones sindicales de profesores, de la CUT, de los apoderados, de los estudiantes, de los movimientos sociales, de los expertos del mundo académico y de los partidos políticos se hubieran diseñado las políticas educacionales para un Chile moderno.
Pero fundamentalmente la izquierda hubiera defendido la necesidad de un plebiscito para dar curso a esta reivindicación y a otras como el derecho al aborto y a la elección de una Asamblea Constituyente para redactar una Constitución democrática que garantice no sólo las libertades individuales sino también los derechos económicos y sociales de los ciudadanos.
Además, hubiera creado las condiciones para consultar directamente a la ciudadanía y a sus militantes acerca de la actitud a adoptar ante una acusación constitucional buscando preservar siempre la coherencia con sus principios.
Y para transparentar los mecanismos de subvención y distribución del dinero público a sostenedores privados, un bloque de izquierda hubiera apoyado la creación de una comisión investigadora compuesta por parlamentarios y por expertos probos.
Editoriales de medios derechistas ya han advertido acerca del peligro que implica la utilización reiterada del mecanismo de la acusación constitucional. No tienen un pelo de tontos. En este caso se justificaría, han dicho, con esa mala conciencia que caracteriza a la derecha chilena.
Ahora bien, y esto sí que hubiera sido una práctica intransigente. Un grupo de parlamentarios de izquierda utilizaría el mecanismo de la acusación constitucional cada vez que la vida de un trabajador es sesgada por las balas de los aparatos policiales o que jóvenes pobladores y mapuches caen bajo balas anónimas, o que un movimiento huelguístico es reprimido con la ferocidad denunciada por Amnistía Internacional en circunstancias donde las fuerzas del orden operan y dependen directamente del ministerio del Interior.
Por Leopoldo Lavín Mujica. Profesor del departamento de filosofía, Collège de Limoilou, Québec, Canadá

'
Leopoldo Lavín
leolavin@sympatico.ca

viernes, 11 de abril de 2008

Nuestra adorada derecha


Mucho se habla de la píldora del día después en estos días. Qué decir del aborto, tema aún “tabú” por la caprichosa necedad de algunos sectores que sienten nostalgia de aquella nación donde imperaba el sistema de Encomienda. El divorcio, la sexualidad, todo lo que huela a discusión, en síntesis: el miedo de las clases dirigentes de que se descubra que habitamos en un mundo como voluntad y representación.

Como sujeto egoísta y enajenado por las nuevas tecnologías y el devenir posmoderno que soy, poco y nada me interesa la moral de nuestro tiempo; por el contrario sólo anhelo existir una década más hasta que se me seque la sangre y comience a echar espuma por la boca –según los exegetas y los hechiceros, el agua y otros recursos naturales se acabarán pronto-. Sin embargo, como observador y partícipe de la sociedad humana de profusa idiotez occidental, es necesario emitir juicios cuando se colocan en agenda cuestiones eminentemente vinculadas a la voluntad individual, como es el aborto, el divorcio, etc.
¿Por qué abortar es malo? Según los entendidos en cuestiones de la moral –buhoneros, sacerdotes, mercachifles y derechistas de toda índole- cuando una mujer tiene la voluntad de interrumpir un embarazo no deseado está inexorablemente acabando con una vida. En términos estrictamente formales, cuando se practica el aborto sólo se interrumpe la existencia de un ente cuya importancia para el mundo y la vida del resto poco interesan. En resumen, ni siquiera es asunto del vecino. Empero, el universo conservador –caso chileno- se empecina en tachar de asesina y “anticonstitucional” a toda mujer que ose en llevar a la práctica la interrupción voluntaria del embarazo, porque sin duda se trata de un asesinato cualquiera.
¡Vaya que nadie comprende la enorme diferencia entre el vivir y el existir! Quien vive construye y es partícipe de un mundo: acaricia a la golondrina que revolotea alrededor de los juncos y sus sentidos de inmediato la reconocen, o arranca un nenúfar y lo transforma en una impredecible alhaja. ¡Vivir es interpretar el intuir, el percibir al todo a través de los sentidos! Existir por el contrario, es nuestra lamentable condición humana en sí y por sí, apenas conformada por cuestiones inmanentes tales como una deliberada violencia o un instinto animal: la vida sirve para dominar al instinto y ésta es ulterior al existir…
El asunto que nos lleva a poner en agenda temas arcaicos como la Píldora del día después, es la mañosa y ridícula actitud de la derecha chilena que ante todo anhela proteger las “vidas futuras”. Lo paradójico es que ese grupo entrenado en las viejas usanzas –“dicen” por ahí que todavía creen que la tierra es plana- no tiene pelos en la lengua a la hora de justificar los asesinatos cometidos durante la dictadura y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, amparándose en el ya ridículo y muy soez argumento que ora respecto a “la defensa del estado chileno”.
Nada positivo se obtiene presentando una y otra vez los argumentos científicos, filosóficos y racionales a toda esa orla de bufones y saltimbanquis. Quizá debamos recurrir a Eclesiastés y rescatar la presente cita “No dar de comer perlas a los cerdos”. ¡Lo dice la Biblia!
Nuestra labor en cambio, ha de centrarse en la no compleja y muy simplista visión de mundo de la derecha chilena, para lograr comprender cuáles son los mecanismos que influyen en su mentalidad y que provocan que una y otra vez espete discursos de categoría socarrona, absurda y rebajada. ¿Qué es la derecha chilena? ¿Cómo definirla a grandes rasgos?
La derecha chilena
Este tropel escinde a los liberales y a los ultra conservadores. Al primer grupo pertenecen todos aquellos seres ¿humanos? cuya vida cobra sentido gracias a la acumulación constante de capitales: generalmente son licenciados en Economía con MBA y en algunos casos doctorados. Hacen del signo dólar la consigna y no escatiman recursos a la hora de concretar sus anhelos más íntimos: usurean, estafan, explotan, engañan. A veces se candidatean para la presidencia de la República y por lo general nunca triunfan ¡Muy buena señal! Significa que el goce estético de los chilenos todavía no se ha rebajado lo suficiente…
Al segundo grupo pertenecen todas las familias pseudo aristocráticas de la nación –afortunadamente la historia nos explica que provienen en su mayoría, de la estirpe más plebeya y viciosa de Europa-. Acaparan la atención de todos los medios conservadores y derechistas, estampando las páginas sociales con sus alegres francachelas en honor a la inauguración de la novísima tienda de cachivaches para decoración de las dos amigas imbéciles de moda, o regentando exhibiciones “artísticas” vinculadas a toda la porquería snob de la alta esfera santiaguina. Incluso algunos medios les dan “tribuna” para que los más viejos expresen su opinión o sencillamente se “luzcan”, casi como un asilo para todo lo que entre ellos mismos es senil y decadente: podemos leer allí las bufonadas de Horriblemógenes Pene de Alce, o contemplar las sonrisas diabólicas de María Rosa ManGuera o Juanita Hastamañana.
Ese dualismo, conservadores y liberales, corresponde a la manada más patética y nauseabunda de la que se pueda tener noticia: amparados en la moral de la Iglesia Católica, patetas y viejas histéricas –éstas últimas, un supuesto símbolo del universo mujeril chileno- se oponen a cualquier decisión que ponga en peligro su posición dominante en lo que respecta al control de la conciencia chilena. No sólo representan lo más absurdo y mediocre en términos de intelecto y devenir histórico, sino que además tienen el tupé de ningunear cualquier decisión que provenga del espíritu popular: insultan, ridiculizan, patalean. Aguardemos el día en que deban caer de su pedestal, y allí nos burlaremos todos: contemplaremos culos antaño sonrosados, teñidos por el fango y la inmundicia de una ciénaga que ellos mismos han regentado desde el principio de nuestro tiempo…

'Aníbal Venegas
anibal.venegas@gmail.com

lunes, 7 de abril de 2008

Providencial abuso de confianza


La Derecha chilena, confiada en la “democracia protegida” por el sistema binominal que le asegura una representación parlamentaria aumentada y suficiente para “cogobernar” con la Concertación, ha traspasado todos los límites que aconsejaba la prudencia. En efecto, sus últimas actuaciones políticas, tendientes a maniatar a la figura principal del oficialismo, nada menos que la presidenta de la república a quién pretenden ponerle collar y traílla con el propósito de menoscabar su prestigio que los conduzca finalmente a tomar el control político sin necesidad de desalojarla, ha puesto a las fuerzas políticas en un inédito trance.

La última actuación del Tribunal Constitucional, institución antidemocrática contemplada en la Constitución del 80 que distorsiona el funcionamiento de los 3 poderes del Estado, pero que hasta el momento había tenido una actuación desde las sombras, es sacada ahora a la luz del día, para iluminar inequívocamente, la puesta del dedo en la llaga.
Anular una política de salud pública con el pretexto de que se vulnera el derecho a la vida y dejar en manos del mercado la distribución del medicamento, no solo es un flagrante acto de hipocresía, es también un abuso. Un abuso que se ha hecho sentir en la ciudadanía.
Por otra parte, la destitución de la ministra de educación Yasna Provoste, por un “delito” que saben bien que no ha cometido, es otro abuso. También es una manifestación de hipocresía más, puesto que saben bien que el desorden en las subvenciones estatales que reciben los sostenedores de los colegios privados, viene de muy antiguo, desde los orígenes de su gobierno mentor. La implacable dictadura derechista.
Todo el mundo sabe que esas subvenciones son un subproducto de la idea de “libertad de educación” que ha sostenido en el tiempo precisamente la Derecha, merced a su distorsionada representación parlamentaria y el alto quórum para revertir esa chacota educacional que representa la mayoría de los colegios privados financiados con dineros fiscales.
La destitución de la ministra, es otro abuso más que lleva a cabo la displicente derecha, que actúa sobre seguro y alentada por las propicias condiciones que le permite la abyecta Constitución Política del Estado. Un abuso que se ha hecho sentir en el corazón del pueblo.
La población chilena, no tiene que hacer un elaborado análisis para entender que estas situaciones descritas van en contra de su integridad. Se entiende claramente que este pretexto – chivo expiatorio- es un ensañamiento en contra de una persona, que ocupaba un alto cargo en virtud de sus méritos y que su debilidad consistía en ser una mujer, de origen humilde, y de rasgos populares.
También el pueblo percibe en forma natural, que prohibir la distribución gratuita de medicamentos, significa que tendrá que comprarlo. Su ira será mayor, cuando entienda que se están entrometiendo en su conducta sexual aquellos hipócritas mojigatos que no tienen ningún problema en financiarse el medicamento puesto que están en una situación de privilegio en virtud de sus altos ingresos.
De manera que estamos frente a una inmejorable ocasión en que el pueblo necesita expresarse, necesita decidir, pero no tiene el instrumento para hacerlo.
Necesitamos de un plebiscito para zanjar estas controversias fundamentales. Un plebiscito que es inseparable de una Democracia.
Sabemos que el plebiscito existe, pero que no está disponible. No es suficiente que la mayoría de los ciudadanos lo exija, se necesita de un procedimiento irrealizable para obtenerlo. Es una burla en la realidad, una quemante burla.
En días pasados, en este mismo espacio, se publicó una nota de Roberto Garretón, apoyada por prestigiosas personalidades del mundo de la cultura y la sociedad, en que se diseñaba un camino para cambiar la Constitución y así alcanzar la democracia. La idea es luminosa, sin embargo considero que para llevarla a cabo con éxito, debe ser impulsada con un ánimo constituyente, fundacional, debe ser impulsado por la totalidad de las fuerzas políticas democráticas y encabezado por el liderato natural, que recae en la persona de la presidenta de la República.
Nadie podrá acusarla de intervención electoral, puesto que lo que se pediría que en las próximas elecciones, no es una preferencia por un candidato, sino que es una papeleta extra o una marca que incluya la necesidad que el plebiscito sea una realidad. Nadie mejor que Bachelet puede liderar esa aspiración popular, nadie mejor que ella está posicionada para tomar esta oportunidad que se le ha puesto en sus manos. Nadie mejor que la presidenta para pedir la manifestación de la ciudadanía, nadie mejor que ella para realizar una reforma benéfica para nuestro país. Nada mejor que exigir un plebiscito.
RENE DINTRANS

jueves, 3 de abril de 2008

Basta de belicismo en TVN: No más "Pelotón"

En las disquerías alemanas no es fácil encontrar marchas militares como Érika o Radesky, la gente ya no las quiere, les recuerdan tiempos difíciles e incluso vergonzosos. Tampoco es posible encontrar monumentos militares, mucho menos de la época nazi, salvo algunos anteriores a esa época triste y que han sido dejados para recordar lo que nadie quiere que ocurra de nuevo en ese país.

En Canadá, por otra parte, jamás se verá por las calles a militares de uniforme, mucho menos en tenida de combate; está estrictamente prohibido. Es que ése es también un pueblo que no desea dejarse involucrar en nuevas aventuras militares ni desea endiosar tampoco a gorilas ni a orangutanes, como sí lo hacen en TVN, donde majaderamente aparece un grupo de enajenados en tenidas camufladas que reciben órdenes absurdas que no cuestionan, y que provienen también de otros enajenados que, al parecer, aman la guerra, pero, como ésta no parece cercana, desean quizá el que tengamos un nuevo golpe con la consecuente guerra sucia que conlleva.
Probablemente eso los dejaría muy contentos, mientras tanto lo son añorando en nuestras narices lo peor de la historia de Chile. La pregunta a hacerse es en qué contribuye TVN a la cultura del país con "Pelotón", que no sea en endiosar a guerreros como se hizo durante la dictadura. La respuesta es en ninguna. El programa producido de manera millonaria por la televisión del Estado, es decir, con plata de todos los chilenos, y enviado por señales de cable a todo el mundo, parece, más bien, orientado a blanquear instituciones odiadas por los chilenos como son las fuerzas armadas, y a promover el servicio militar obligatorio que aporta buena carne de cañón proletaria para posibles conflictos armados contra nosotros mismos si llegáramos a comportarnos de nuevo como los "rotos alzados" que combatió Pinochet.
El ex dictador estaría muy contento con el programa estrella "Pelotón" si no estuviera muerto.En "Pelotón" no está en juego ningún pomposo honor de los que allí participan, el que sí lo está es el honor de Televisión Nacional y el de todos nosotros que hemos permitido que esta apología al militarismo se haya exhibido impunemente por dos temporadas consecutivas, por eso ahora digamos ¡basta!!!!!
Colectivo "Las historias que podemos contar" http://www.lashistoriasquepodemoscontar.cl/
Polo Izquierdo de la Memoria http://www.memoriando.com/
Este es un comunicado pertenece a una campaña que exige que TVN termine con «Pelotón» y ni siquiera piense en una nueva versión de este espacio donde se hace apología del belicismo. Si estás de acuerdo con él, reenvía este email a tus relaciones y por favor agrega a la lista tu nombre y profesión y remítela a

directorhistorias@gmail.com

martes, 1 de abril de 2008

Concejales no se eligen por sistema binominal

Sé que no estoy dando una noticia nueva, pero he creído necesario considerar aquí, que los cupos de concejales son 5. Lo que desde luego, es muy distinto al caso de los cupos en Distritos y Circunscripciones, en que se eligen 2 senadores y 2 diputados respectivamente. De manera que en estas elecciones, existe la posibilidad que una minoría quede reflejada en los hechos, un 20% es susceptible de ser registrado, lo que de ninguna manera ocurriría en las elecciones mayores.

Se dirá con razón que las elecciones de concejales no son relevantes, que no son suficientes para asegurar con fundamento que en nuestro país se practica una democracia propiamente tal, ya que la generación de representantes a un poder del Estado, como es el caso del poder legislativo, es repulsivamente antidemocrática.

Los concejales son los últimos personajes del escalafón político y prácticamente no detentan ningún poder. Su irrelevancia está en directa relación a las ínfimas atribuciones que tienen en el gobierno comunal, pero sin embargo, si una minoría lograra un porcentaje cercano al 20% en los votos, es decir, si lograra 1 concejal por comuna, sería una realidad insoslayable que contradiría la espuria representación de los congresistas.

Crearía un problema más allá de la discusión académica como fue el caso de los senadores designados, que desaparecieron por la fuerza de los hechos. Era repugnante que el Senado tuviera una representación distinta a la de los diputados. La vara con que se medía la generación de los representantes del Senado, era la representatividad de los diputados, que era por voto popular, a pesar de la manipulación que significa, elegir solamente entre 2 candidatos.

Tal parece que existiría cierta relevancia si estas elecciones se enfrentaran de manera distinta, de acuerdo a su forma distinta de funcionamiento.

Ciertamente que las 2 alianzas que monopolizan la representación parlamentaria, tienen una ventaja considerable a pesar que aquí el modelo en juego no es el binominal. Es la inercia política, son alianzas que tienen asegurada su cohesión por el poder que detentan en virtud de su estabilidad en el juego dominante, el binominal, pero, es una verdad que nadie puede rehuir, que en estas elecciones las reglas del juego son otras y no debieran enfrentarse con la mentalidad establecida por aquellas, por las que he llamado elecciones mayores.

Sabemos que el electorado de izquierda es mayoritario en la alianza gobernante, sin embargo la trascendencia de sus ideas es prácticamente nula. Y no es determinante en ello la calidad moral de
sus dirigentes, ni es el caso discutirlo aquí, ellos están cautivos en el modelo que han elegido para hacer política.

Por otro lado, los partidos de la llamada izquierda extraparlamentaria, no están ajenos al modelo que han rechazado para hacer política, los condiciona es cierto, pero en menor escala. Es por esa razón que creo que el esfuerzo de reconstruir la izquierda está en manos de los marginales al sistema, que ciertamente son más libres, más puros.

No se puede seguir desperdiciando oportunidades, el Juntos Podemos fue un apronte de brillo incipiente que sucumbió porque sus partidos y movimientos no se supeditaron al todo, siempre sacaban pequeñas cuentas, de la pequeña parte que representaban.

Hoy más que nunca la Concertación necesita votos que no encuentra de donde sacar. Es el momento propicio para negociar pactos por omisión, pero antes, la izquierda extraparlamentaria debe ser capaz de estar unida por algo superior a sus partidos, por el Pueblo que tanto han dicho representar, por la unidad popular de todos los pueblos.

¿O es el caso que el pueblo no significa nada para nadie. Ni siquiera para la Izquierda?

¿Es que el pueblo no es más que una palabra, una palabra que se ha deformado de tanto repetirla, una palabra que ha muerto en manos de sus torpes usuarios?

¿Es que la inmensa cantidad de gente que vive marginada de los beneficios de un país que se desarrolla, porque sus frutos están reservados para una minoría, no tiene otra alternativa de ser considerados porque no existe una palabra que los nombre?

Se ofrece la palabra.
RENE DINTRANS