viernes, 11 de abril de 2008

Nuestra adorada derecha


Mucho se habla de la píldora del día después en estos días. Qué decir del aborto, tema aún “tabú” por la caprichosa necedad de algunos sectores que sienten nostalgia de aquella nación donde imperaba el sistema de Encomienda. El divorcio, la sexualidad, todo lo que huela a discusión, en síntesis: el miedo de las clases dirigentes de que se descubra que habitamos en un mundo como voluntad y representación.

Como sujeto egoísta y enajenado por las nuevas tecnologías y el devenir posmoderno que soy, poco y nada me interesa la moral de nuestro tiempo; por el contrario sólo anhelo existir una década más hasta que se me seque la sangre y comience a echar espuma por la boca –según los exegetas y los hechiceros, el agua y otros recursos naturales se acabarán pronto-. Sin embargo, como observador y partícipe de la sociedad humana de profusa idiotez occidental, es necesario emitir juicios cuando se colocan en agenda cuestiones eminentemente vinculadas a la voluntad individual, como es el aborto, el divorcio, etc.
¿Por qué abortar es malo? Según los entendidos en cuestiones de la moral –buhoneros, sacerdotes, mercachifles y derechistas de toda índole- cuando una mujer tiene la voluntad de interrumpir un embarazo no deseado está inexorablemente acabando con una vida. En términos estrictamente formales, cuando se practica el aborto sólo se interrumpe la existencia de un ente cuya importancia para el mundo y la vida del resto poco interesan. En resumen, ni siquiera es asunto del vecino. Empero, el universo conservador –caso chileno- se empecina en tachar de asesina y “anticonstitucional” a toda mujer que ose en llevar a la práctica la interrupción voluntaria del embarazo, porque sin duda se trata de un asesinato cualquiera.
¡Vaya que nadie comprende la enorme diferencia entre el vivir y el existir! Quien vive construye y es partícipe de un mundo: acaricia a la golondrina que revolotea alrededor de los juncos y sus sentidos de inmediato la reconocen, o arranca un nenúfar y lo transforma en una impredecible alhaja. ¡Vivir es interpretar el intuir, el percibir al todo a través de los sentidos! Existir por el contrario, es nuestra lamentable condición humana en sí y por sí, apenas conformada por cuestiones inmanentes tales como una deliberada violencia o un instinto animal: la vida sirve para dominar al instinto y ésta es ulterior al existir…
El asunto que nos lleva a poner en agenda temas arcaicos como la Píldora del día después, es la mañosa y ridícula actitud de la derecha chilena que ante todo anhela proteger las “vidas futuras”. Lo paradójico es que ese grupo entrenado en las viejas usanzas –“dicen” por ahí que todavía creen que la tierra es plana- no tiene pelos en la lengua a la hora de justificar los asesinatos cometidos durante la dictadura y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, amparándose en el ya ridículo y muy soez argumento que ora respecto a “la defensa del estado chileno”.
Nada positivo se obtiene presentando una y otra vez los argumentos científicos, filosóficos y racionales a toda esa orla de bufones y saltimbanquis. Quizá debamos recurrir a Eclesiastés y rescatar la presente cita “No dar de comer perlas a los cerdos”. ¡Lo dice la Biblia!
Nuestra labor en cambio, ha de centrarse en la no compleja y muy simplista visión de mundo de la derecha chilena, para lograr comprender cuáles son los mecanismos que influyen en su mentalidad y que provocan que una y otra vez espete discursos de categoría socarrona, absurda y rebajada. ¿Qué es la derecha chilena? ¿Cómo definirla a grandes rasgos?
La derecha chilena
Este tropel escinde a los liberales y a los ultra conservadores. Al primer grupo pertenecen todos aquellos seres ¿humanos? cuya vida cobra sentido gracias a la acumulación constante de capitales: generalmente son licenciados en Economía con MBA y en algunos casos doctorados. Hacen del signo dólar la consigna y no escatiman recursos a la hora de concretar sus anhelos más íntimos: usurean, estafan, explotan, engañan. A veces se candidatean para la presidencia de la República y por lo general nunca triunfan ¡Muy buena señal! Significa que el goce estético de los chilenos todavía no se ha rebajado lo suficiente…
Al segundo grupo pertenecen todas las familias pseudo aristocráticas de la nación –afortunadamente la historia nos explica que provienen en su mayoría, de la estirpe más plebeya y viciosa de Europa-. Acaparan la atención de todos los medios conservadores y derechistas, estampando las páginas sociales con sus alegres francachelas en honor a la inauguración de la novísima tienda de cachivaches para decoración de las dos amigas imbéciles de moda, o regentando exhibiciones “artísticas” vinculadas a toda la porquería snob de la alta esfera santiaguina. Incluso algunos medios les dan “tribuna” para que los más viejos expresen su opinión o sencillamente se “luzcan”, casi como un asilo para todo lo que entre ellos mismos es senil y decadente: podemos leer allí las bufonadas de Horriblemógenes Pene de Alce, o contemplar las sonrisas diabólicas de María Rosa ManGuera o Juanita Hastamañana.
Ese dualismo, conservadores y liberales, corresponde a la manada más patética y nauseabunda de la que se pueda tener noticia: amparados en la moral de la Iglesia Católica, patetas y viejas histéricas –éstas últimas, un supuesto símbolo del universo mujeril chileno- se oponen a cualquier decisión que ponga en peligro su posición dominante en lo que respecta al control de la conciencia chilena. No sólo representan lo más absurdo y mediocre en términos de intelecto y devenir histórico, sino que además tienen el tupé de ningunear cualquier decisión que provenga del espíritu popular: insultan, ridiculizan, patalean. Aguardemos el día en que deban caer de su pedestal, y allí nos burlaremos todos: contemplaremos culos antaño sonrosados, teñidos por el fango y la inmundicia de una ciénaga que ellos mismos han regentado desde el principio de nuestro tiempo…

'Aníbal Venegas
anibal.venegas@gmail.com

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