viernes, 13 de junio de 2008

La flexible voracidad patronal

El Mercurio, legendario periódico que obviamente no necesita presentación en nuestro país, puesto que todo el mundo sabe que es la genuina expresión de la estirpe oligarca, intenta una vez más, poner en el debate los “efectos distorsionadores” de mantener vigente el salario mínimo, que determinaría ese oscuro panorama que enfrentan los empresarios, tan oscuro como aquellas viejas prácticas de fijar los precios de las mercancías.


En la publicación del martes 10 del presente mes, en la sección Economía y Negocios en una nota sobre el mercado laboral titulan: “Argentina, Chile y Venezuela tienen los salarios mínimos más altos de América Latina”. Es decir, de una plumada se establece que en Chile se pagan los más altos salarios mínimos medidos en dólares de la región, sin hacer una relación del real poder adquisitivo de los destinatarios de esos salarios con el grupo que se le compara. Veamos entonces, cuánto pan, fideos, azúcar, parafina y gas, se compra con el salario mínimo argentino, venezolano y chileno.

La segunda afirmación es que “existe evidencia de que los incrementos del salario mínimo se expanden a lo largo de toda la estructura empresarial y, en esa línea, su efecto distorsionador es comparable a cualquier otra fijación de precios”. Agregando poco después que una investigación de la División de Estudios del Banco Central, determinó que las compañías locales aumentan las remuneraciones en función de mantener una brecha constante entre trabajadores de base, trabajadores calificados, profesionales y altos ejecutivos. Entonces, lo que se está afirmando en forma tácita, es que el salario mínimo en Chile es demasiado alto, puesto que obliga a subir los sueldos de todo el escalafón para mantener esa brecha que es política de las compañías locales.


Finalmente el estilo mercurial, mantenido por los siglos de los siglos, que consiste en afirmar lo que es falso y en falsear lo que es verdadero, nos pone en la mano la solución citando a un consultor laboralista: "Hay que buscar fórmulas más flexibles. Lo más adecuado sería establecer una combinación de productividad, inflación y tasas de desempleo y, a partir de esos elementos, fijar un salario diferenciado por edades". Vale decir, se relativiza la inflación que es la pérdida del poder adquisitivo del salario del trabajador y lo verdaderamente relevante, combinándolo con otras variables propias del mercado, para finalmente diferenciar salarios por edades, que es lo que hace tiempo quiere hacer la Derecha incorporando odiosas divisiones entre los contratados por edades, para darle el golpe de gracia al movimiento sindical y terminar para siempre con el salario mínimo mediante un golpe legal.


RENE DINTRANS

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