viernes, 13 de junio de 2008

La flexible voracidad patronal

El Mercurio, legendario periódico que obviamente no necesita presentación en nuestro país, puesto que todo el mundo sabe que es la genuina expresión de la estirpe oligarca, intenta una vez más, poner en el debate los “efectos distorsionadores” de mantener vigente el salario mínimo, que determinaría ese oscuro panorama que enfrentan los empresarios, tan oscuro como aquellas viejas prácticas de fijar los precios de las mercancías.


En la publicación del martes 10 del presente mes, en la sección Economía y Negocios en una nota sobre el mercado laboral titulan: “Argentina, Chile y Venezuela tienen los salarios mínimos más altos de América Latina”. Es decir, de una plumada se establece que en Chile se pagan los más altos salarios mínimos medidos en dólares de la región, sin hacer una relación del real poder adquisitivo de los destinatarios de esos salarios con el grupo que se le compara. Veamos entonces, cuánto pan, fideos, azúcar, parafina y gas, se compra con el salario mínimo argentino, venezolano y chileno.

La segunda afirmación es que “existe evidencia de que los incrementos del salario mínimo se expanden a lo largo de toda la estructura empresarial y, en esa línea, su efecto distorsionador es comparable a cualquier otra fijación de precios”. Agregando poco después que una investigación de la División de Estudios del Banco Central, determinó que las compañías locales aumentan las remuneraciones en función de mantener una brecha constante entre trabajadores de base, trabajadores calificados, profesionales y altos ejecutivos. Entonces, lo que se está afirmando en forma tácita, es que el salario mínimo en Chile es demasiado alto, puesto que obliga a subir los sueldos de todo el escalafón para mantener esa brecha que es política de las compañías locales.


Finalmente el estilo mercurial, mantenido por los siglos de los siglos, que consiste en afirmar lo que es falso y en falsear lo que es verdadero, nos pone en la mano la solución citando a un consultor laboralista: "Hay que buscar fórmulas más flexibles. Lo más adecuado sería establecer una combinación de productividad, inflación y tasas de desempleo y, a partir de esos elementos, fijar un salario diferenciado por edades". Vale decir, se relativiza la inflación que es la pérdida del poder adquisitivo del salario del trabajador y lo verdaderamente relevante, combinándolo con otras variables propias del mercado, para finalmente diferenciar salarios por edades, que es lo que hace tiempo quiere hacer la Derecha incorporando odiosas divisiones entre los contratados por edades, para darle el golpe de gracia al movimiento sindical y terminar para siempre con el salario mínimo mediante un golpe legal.


RENE DINTRANS

sábado, 24 de mayo de 2008

¿Es la Concertación de centroizquierda?

En general se piensa que la Concertación de Partidos por la Democracia que gobierna Chile desde 1990, estaría ubicada, desde el punto de vista ideológico tradicional, en la izquierda del centro político. Esto no sólo se estima en nuestro país, sino también en algunos medios académicos extranjeros. En un reciente artículo publicado en este medio, Immanuel Wallerstein incluye a Chile en el elenco de países que se ubican a la izquierda del centro político en el subcontinente latinoamericano.


Sin embargo, si se analiza con detenimiento el papel que han jugado los gobiernos de la Concertación, no queda más que concluir que se han cargado siempre más a la derecha del centro que a su izquierda.

Si bien Patricio Aylwin criticó la economía de libre mercado como “capitalismo cruel”, su sucesor, Eduardo Frei, llevó adelante una política con fuerte énfasis en este sentido, a tal punto que un líder empresarial de la época, manifestó que Aylwin había respetado las leyes del mercado porque no tenía alternativa, pero Frei creía fervientemente en él. Recordemos que Frei Ruiz-Tagle fue mencionado en un editorial del New York Times como un presidente despreocupado de la ecología al reproducir un párrafo del discurso en Antofagasta: “no voy a detener el desarrollo del país por preocuparme del medio ambiente”.

Ricardo Lagos basó su campaña con el lema “crecimiento con equidad”. Todos sabemos que lo menos que hubo fue equidad en el crecimiento de la economía del país. ¿Es necesario recordar la frase: “nosotros los empresarios amamos a Lagos”? Por esto mismo, cuando la derecha política basa sus críticas al ex presidente en la pésima planificación del Transantiago, le está haciendo un gran favor, pues pienso que a la larga este sistema de transporte va a funcionar con un buen estándar de calidad. Cuento aparte es que soy de la opinión que debiera ser administrado por el Estado, como en todas las grandes capitales del mundo. En síntesis, el transantiago tiene solución. Lo que no tiene solución (por lo menos a mediano plazo), es la política de gran concentración económica que llevó adelante el ex presidente Lagos.

Esa herencia que dejó Lagos al actual gobierno, aunada a las políticas del presente, han hecho que las asociaciones de trabajadores hayan comenzado las reivindicaciones por sus derechos. No es necesario hacer un recuento de todas las huelgas y paros que se han producido durante este último tiempo. Sólo deseo detenerme en una frase del discurso que el presidente de la CUT pronunciara el 1° de mayo recién pasado: “ni la derecha ni la Concertación van a defender los derechos de los trabajadores”.

¿Cuál es, entonces, la diferencia de la Concertación con la Alianza por Chile? Se dice que la Concertación es la única fuerza política que le da gobernabilidad al país, debido a que la derecha no tiene proyecto político. ¿Cómo no va a tener proyecto político, si ése es justamente el que ha venido administrando la Concertación desde sus inicios y cada vez con mayor fuerza?

Gobernabilidad a Chile le dio, también, la dictadura militar. Tan es así que la Concertación se ha sentido como pez en el agua gobernando con la Constitución de Pinochet, la misma en que el ex presidente Lagos estampó su firma, en un acto de suma egolatría, pero de mínima dignidad. Por su parte, la presidenta Bachelet al criticar las protestas de estudiantes, trabajadores y pescadores artesanales, plantea que en democracia los problemas se solucionan a través del diálogo. Eso es en democracia, ¿y en Chile cómo se solucionan?

Por todo lo anterior, no logro comprender el porqué de la obsesión de Andrés Allamand, de querer “desalojar” a la Concertación del gobierno, si le ha administrado tan bien el poder a la derecha económica. Allamand debe haber quedado con el trauma del desalojo desde que el fallecido Hernán Briones, a la sazón líder empresarial, lo desalojara a las Termas de Mamiya por decir que “los empresarios constituían uno de los poderes fácticos junto a las fuerzas armadas” y le pedía a gritos a la UDI que creyera en la democracia, pues ésta no hacía daño.

En síntesis, los planteamientos y actuaciones de izquierda o de derecha, se basan en una concepción del mundo que se desea y no en los adjetivos de los partidos políticos que conforman una coalición, con mayor razón en el Chile actual, en que los partidos políticos no son más que productos transgénicos.

HUGO MURIALDO


*Periodista, Magíster en Filosofía Política

martes, 20 de mayo de 2008

Por el socialismo renuncio al PS

Era una noche fría, y con una llovizna que reflejaba los tristes días que vivía el pueblo chileno, cuando en Julio de 1977 en un contacto callejero los entonces estudiantes de derecho Arnaldo Rocha y de periodismo Rubén Andino me dieron la bienvenida al Partido Socialista. Ingresar al Partido Socialista (CNR) no llevaba en aquél tiempo ni a autos fiscales, ni sobresueldos, ni lobbys, ni viáticos, antes lo contrario, muchos socialistas estaban presos, en el exilio, clandestinos y otros muchos habían sido asesinados.


Tres cosas me llevaron a los 17 años a meterme, voluntaria y entusiastamente, en ese laberinto de peligros. Primero poner fin a la dictadura del aborrecible Augusto Pinochet, segundo, desmantelar el inhumano modelo neoliberal que este estaba imponiendo y tercero, la convicción que el PS, cuando las circunstancias lo permitieran reemprenderían la tarea de construir el socialismo en Chile que había quedado trunca a partir del golpe de estado y la muerte del Presidente Allende.

Han pasado más de treinta años desde aquél contacto que marcó mi vida.

Hace un par de días y en la convicción absoluta que el Partido Socialista de Chile ya no lucha en absoluto por los objetivos que me llevaron a ingresar a él renuncié a la militancia y al cargo de miembro de su Comité Central. Lo mismo me comunica hará el concejal de Rancagua Edison Ortiz y también del CC, intelectual respetable al que cualquier partido querría tener en sus filas. Habrá más renuncias.

Porque creo en los valores y conceptos del socialismo he renunciado al PS. Este hace todo lo contrario de lo que su denominación y su historia podrían sugerir.

Dos cancilleres socialistas, de origen Mapu, consiguieron que Augusto Pinochet zafara de la justicia internacional en Londres. Este monumental servicio no se lo podían prestar ni siquiera sus partidarios. Pero el socialismo no ha sancionado ni reglamentaria ni políticamente a los salvadores de Pinochet, antes lo contrario, la actual conducción a través de una serie remanipulaciones tiene a punto de ungir como abanderado presidencial a uno de ellos. El más mínimo sentido de la ética y de lo que ha sido mi historia personal me impiden de un modo absoluto votar y promover al salvador de Augusto Pinochet.

El PS administra el modelo neoliberal y de allí se cogen personalmente migajas de dimensiones mínimas comparadas con las enormes ganancias del sistema pero gigantescas para quienes ostentan cargos públicos en primera generación.

Un socialista como vicepresidente del Banco del Estado le presta 200 millones de dólares al Banco Chile para comprar otro banco y aumentar la concentración económica, luego pasa al directorio del banco receptor del crédito. El PS mira para el techo, es más, los dirigentes tratan de convencer a las bases que esto es “en beneficio de los pequeños ahorrantes” (?)

El vicepresidente del PS fue simultáneamente presidente del directorio de Alsacia y Express, concesionarias del Transantiago. Un cuñado viene de vacaciones y cobra también mensualidad al estado. Una funcionaria cobra sueldo en el partido por tareas que todo el resto de la comisión organizadora del Congreso lo hace ad honorem y también en el registro Civil. Don de la ubicuidad, en dos lugares al mismo tiempo.

El gobierno y el estado capitalista premian la obsecuencia y se reciben incluso indultos presidenciales. Otros no alcanzan a recibirlos, pero de sanción ni asomo, nadie ha sido sancionado por el tribunal supremo del PS por acto de corrupción alguno, preside el tribunal la ex secretaria del afortunadamente ex ministro de Obras Públicas Carlos Cruz.

El PS está institucionalmente involucrado en la administración y usufructo del sistema neoliberal, sus miles de millones de pesos devueltos por el estado en compensación de sus bienes usurpados por la dictadura, no se han invertido en sedes, diarios o radios, sino en paquetes accionarios de empresas monopólicas que mes a mes abusan de sus clientes cautivos.

El sistema electoral interno por el cual el PS elige sus autoridades es completa y e institucionalmente fraudulento. Los llamados “acarreos” serían sancionados con la cárcel si se practicaran en una elección popular del estado. Cuando los partidos y la política se encuentran en el suelo en su imagen pública, justo antes que se cerrara el plazo para votar se inscribieron en el PS 15 mil nuevos militantes. Este clientelismo corrupto alcanzó altos niveles en las empobrecidas ciudades de Lota y Coronel, esos miles de nuevos “militantes” fueron a votar masiva y ordenadamente. Los operadores hacían su Agosto. La supuesta jefa de la disidencia socialista corre a aplaudir el triunfo del supuesto vencedor: candidata a senadora habemus.

Sin perjuicio de lo anterior la fraudulenta digitación, agregar/quitar, de los votos tuvo ribetes de escándalo.

Esta gigantesca manipulación no puede operar en la sociedad en su conjunto y por ello al PS se le avecinan momentos electorales catastróficos. Los del 73 fue un momento estelar y dramático para el socialismo chileno lo que se avecina será patético, un partido que se dice socialista y defiéndelos intereses del gran empresariado, depreciación acelerada, y que promueve internacionalmente el alineamiento con los norteamericanos. Huérfanos de respaldo popular solo les quedara disputarse el patrimonio partidario.

¿Qué queda de socialismo en el PS?. Algo queda, un sector de cros que defienden los valores históricos del socialismo ya casi todos en tercera edad, y para los cuales el PS es ya un modo de vida, un fetiche societal. De otra parte un grupo de jóvenes, zonal cordillera y algunos parlamentarios, que no parecen percibir lo que se les avecina. Son algo más del 30% del partido real. Seguirán siendo comparsa de algo que dicen no compartir?

¿Yo?, no más.

ROBERTO AVILA TOLEDO
CONCEJAL CERRO NAVIA.

lunes, 5 de mayo de 2008

NO VOY A CALLARME!

No. No voy a callarme. Aporread mi lengua con todas vuestras fuerzas. Gritaré y gritaré todas vuestras injusticias, vuestros escándalos, vuestros abusos, vuestras orgías de poder. Os llamaré por vuestro nombre,
gobernantes ignorantes, delincuentes, maleantes. Recorreré las calles cuando y por donde me de la gana, por que son mías. Y caminaré, mientras tus perros sarnosos disfrazados de policías disparan a mis piernas sus pelotas de goma. Pensaré, pensaré y pensaré. Por mucho que te joda y por más veces que aporrees mi cabeza, pensaré. Mátame, no tengo miedo, no tengo nada que perder, he visto morir mis libertades una a una, he visto a tus sucias manos asesinar mi democracia, veo al lenguaje herido de muerte, agonizando lentamente. Tú los mataste, gobernante, y tendrás que matarme a mí también porque no voy a callarme.

Por Nadia Carro

miércoles, 30 de abril de 2008

La ley de hierro de las oligarquías y el PS

Se entiende que los partidos políticos deben ser canal de expresión de los distintos proyectos existentes en la sociedad civil. En la actualidad, los partidos detentan el monopolio de las ofertas políticas de distintas élites, en las cuales el ciudadano debe elegir como en el supermercado.

Los partidos de izquierda tienen distintas fases históricas: en la primera se relacionan plenamente, con los sectores de trabajadores organizados – en este sentido los partidos de izquierda chilena tienen enorme valor de haber sabido identificarse, perfectamente, con movimientos de trabajadores – la segunda consiste en la lucha por el poder político en el Parlamento y en el Ejecutivo y, la tercera, es cuando se convierte en el partido de gobierno e identifican la suerte del partido con el poder de turno.

En la fase de partidos de gobierno una de las tareas principales consiste en proveer al Ejecutivo de cuadros técnicos burocráticos, es decir, en el caso de gobiernos de coalición distribuir, proporcionalmente, las distintas áreas de la administración pública entre los componentes de la alianza gubernativa. En nuestra historia hay un solo caso, el de la Democracia Cristiana, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, en que el partido de gobierno no se vio obligado a distribuir los cargos públicos, pues tenía mayoría absoluta.

En el caso de los partidos actuales, el problema consiste en que la burocracia estatal comienza a dominar las distintas instancias de decisión partidaria: desde el Congreso al Comité Central y, finalmente, a la directiva del partido. De poco sirven las formas democráticas de elección de las autoridades, incluida la famosa paridad de género, pues al fin se trata de mujeres parientes de las élites; así está ocurriendo con la mayoría de los congresos partidarios, en que terminan alineándose en liderazgos más o menos vitalicios. Es cierto que votan, en esta última elección socialista, más de 35.000 militantes, sin embargo, es exiguo si lo comparamos con el universo electoral.

Los distintos partidos políticos no logran atraer a más del 25% de los ciudadanos y todos ellos sufren situaciones de graves distanciamientos de la sociedad civil: la Democracia Cristiana está fraccionada, y su directiva autoritaria sólo tiene como recurso la expulsión respecto a grupos discrepantes; el PPD estuvo a punto de eclosionar con el escándalo de Chiledeportes y hoy apenas sobreviven en base a acuerdos cupulares; la UDI, un partido autoritario, casi leninista, está traspasado por escándalos en municipalidades emblemáticas, además de las agudas críticas al partido por parte de Pablo Longueira y de Joaquín Lavín; así ocurre con los demás partidos, de una u otra manera.

Si los partidos de gobierno, en la fase neoliberal, sólo se concentran en la formación de cuadros tecno-burocráticos y tuvieran que ser juzgados en base a este parámetro, estoy seguro de que saldrían bastante mal calificados, pues la administración pública se caracteriza, en estos tiempos, por inepcias, descuidos y desórdenes funcionarios; baste citar Ferrocarriles, Registro Civil, Transantiago, para no mencionar los sainetes de transporte de frambuesas en las maletas de los autos fiscales, o la inauguración del hospital de Curepto.

Dentro de este panorama, hasta ahora, el Partido Socialista ha salido mejor parado que la Democracia Cristiana y el PPD. Es cierto que hay díscolos, pero representan a verdaderos rebeldes con causa, pues defienden principios libertarios, que han formado parte del ideario laico-socialista. Muchas veces la directiva, en forma errónea, para preservar la alianza con la Democracia Cristiana, ha tratado de acallar estas justas y creativas posiciones, especialmente en los torpemente llamados “temas éticos” que, en el fondo, son ideológicos y políticos. La lucha del debate abierto está en el ADN del socialismo y poco puede hacer una directiva autoritaria para eliminarla, en la búsqueda de un partido regido por el centralismo democrático, al estilo de la RDA. Ser partido de gobierno no significa convertirse en un recadero de los distintos gabinetes del presidente de turno.

La historia tiene un gran eso en todas las elecciones socialistas: si revisamos los nombres de cada una de las listas, podemos comprobar este aserto: la que encabeza Camilo Escalona se denomina, nada menos, que Más igualdad para Chile, lo que constituye un exabrupto en uno de los países más inigualitarios del mundo; Isabel Allende y Carlos Ominami encabezan la lista de Las grandes alamedas, que recuerda las emotivas palabras de Salvador Allende, en su último discurso; Alejandro Navarro utiliza el Más, y Carmen Lazo y Carlos Moya, Socialistas como Allende.

La pasión polémica forma parte importante de la médula del Partido Socialista: en cada Congreso las disputas oratorias no están exentas de críticas mordaces: por ejemplo, la larga y aguda disputa entre Salvador Allende y Raúl Ampuero; entre Clodomiro Almeida y Carlos Altamirano; entre este último y Aniceto Rodríguez, sólo por nombrar algunas. El periodista Eugenio Lira Massi, en su libro La cueva de los cuarenta y ocho senadores, caracteriza a los padres conscriptos socialistas como personas que están siempre enojadas, como si anduvieran con zapatos que les quedaron chicos. A diferencia del pasado, las disputas de hoy no son ideológicas, sino personales, por consiguiente, muchas de ellas lindan en la injuria y el sarcasmo.

En los partidos gobernantes son los burócratas quienes logran imponer las directivas: es muy difícil que un funcionario subalterno vote contra su jefe, como antes el inquilino contra el dueño de fundo. En la Democracia Cristiana, en 1967, fue elegida una directiva rebelde y tercerista, que presidía mi padre, Rafael Agustín Gumucio, pero ésta duró poco tiempo, pues en Peñaflor los funcionarios del gobierno de Frei Montalva la desahuciaron. El caso de los socialistas es muy distinto: el propio presidente Allende apoyó la directiva de Carlos Altamirano, en le Congreso de la Serena, contra Aniceto Rodríguez; por lo demás, en el pacto de la Unidad Popular, se acordó no hacer un gobierno personalista, como los burgueses anteriores y todos los pasos políticos deberían tener la unanimidad de los partidos aliados. Salvador Allende respetó siempre el carácter plural de su gobierno, incluso, tuvo que aceptar algunas materias con las cuales estaba en desacuerdo. A muchos llamará la atención esta lealtad democrática del heroico presidente. Es que no tenía nada que ver con los “mandoncillos” típicos de todas las épocas.

A juzgar por los resultados parciales conocidos, correspondientes a la última elección del Comité Central, la lista de Camilo Escalona habría obtenido más del 50% de los sufragios; la de Isabel Allende y Carlos Ominami, el 30%; la de Alejandro Navarro, 9% y la de Carmen Lazo y Carlos Moya, el 8%. Se habría cumplido, perfectamente, la ley del hierro de las oligarquías partidarias, sin embargo, si sumamos toda la disidencia tendría, al menos, el 50% de los votos. En las últimas elecciones se han mantenido, más o menos, las últimas tendencias, con distintos nombres y circunstancias. Esto de la renovación de las élites no existe mucho en el Partido Socialista.

En setenta y cinco años, el socialismo chileno ha aportado elementos muy importantes a nuestra política:

1- La independencia de la Segunda y Tercera Internacional
2- El carácter latinoamericanista del Partido
3- Inclusión de trabajadores manuales e intelectuales
4- La crítica permanente al estalinismo
5- La negación del Vaticano soviético
6- La República de los trabajadores en el Manifiesto de 1947, con su líder Eugenio González
7- La renovación
8- La relación entre la democracia y el socialismo

Los líderes socialistas chilenos, a lo largo de la historia, se han caracterizado por la heterodoxia y creatividad de su pensamiento: Eugenio Matte Hurtado y Marmaduque Grove Vallejos y, posteriormente, Eugenio González tocaron el cielo con la mano en la corta revolución socialista de doce días, entrando a La Moneda en un auto arrendado y lanzando panfletos en el centro de Santiago. Aún recuerdo las frases que escuchaba repetidamente cuando niño, en que mi abuelo, Rafael Luís Gumucio, en ese tiempo conservador, en que escribía a don Marmaduque: “En un banco de la Alameda tomará el sol un anciano de aspecto agradable y bondadoso. Llamará al barquillero y le repartirá barquillos a unos niños que juegan cerca de él. Pasarán dos transeúntes y uno le dirá al otro: “este viejito es Grove, que antes hacía revoluciones”. ¡ Y qué revoluciones! Posteriormente, vinieron otras generaciones, como la de Salvador Allende y Raúl Ampuero Díaz – el mejor conocedor del marxismo en la izquierda chilena y autor de un libro inquietante, La izquierda en punto muerto- les suceden don Clodomiro Almeida, Aniceto Rodríguez, Carlos Altamirano y el hoy olvidado Manuel Mandujano.

El socialismo ha tenido tres presidentes de la república: Salvador Allende, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, además de muchos ministros, diputados y senadores. Desde el punto de vista electoral, ha fluctuado entre el 10% y 14% de los sufragios logrando, en 1971, en las elecciones municipales, el 23.3%, y en 1973, el 18.6%, con 29 diputados. Sus dos más altas votaciones coincidieron con el parlamento para Ibáñez, en 1953, y con Salvador Allende, en 1971.

La lucha fraccional ha sido una de las características del socialismo: en 1939 se separa el Partido Socialista de Trabajadores, liderado por César Godoy Urrutia; en el 45-47, el Partido Socialista Auténtico, cuyo líder era Marmaduque Grove; en 1946, Bernardo Ibáñez logra, apenas, el 2.5% de los votos en las elecciones presidenciales; en 1953, el Partido se divide entre socialistas populares – Raúl Ampuero, Almeyda, y otros- y los socialistas, de Allende; en los años 60 surge el MIR y Raúl Ampuero se separa del Partido formando la Usopo (Unión Socialista Popular); en el exilio, el Partido se balcaniza en una serie de pequeños grupos, entre ellos, uno muy original era el de los “suizos”, liderado por Ricardo Lagos Escobar; en el llamado Congreso de Argel se separan los seguidores de Altamirano y de Clodomiro Almeyda. Al final, se unifica atrayendo a algunos sectores cristianos del llamado “socialismo nuevo” – Moc, Mapu e IC.

A pesar de la aparente calma en que se ha desarrollado la última elección al Comité Central, es difícil predecir el destino del socialismo. Estamos en una época de decadencia de los partidos de la Concertación y no creo que el Parito Socialista quede incólume. Es evidente que las formas autoritarias, aplicadas por el escalonismo, no podrán evitar la necesaria búsqueda de nuevos caminos y proyectos y de un reencantamiento, tanto en el seno de la militancia, como en la ciudadanía en general.

Rafael Luís Gumucio Rivas

lunes, 21 de abril de 2008

El significado para la izquierda de la acusación constitucional de la derecha

particular para la izquierda chilena antineoliberal auténtica. En el marco del régimen político post-dictadura ha quedado en evidencia que en manos de los actores del sistema parlamentario binominal el mecanismo de la acusación constitucional se presta para las luchas de poder entre las elites políticas, que se ven favorecidas por el engranaje antidemocrático de elección de los parlamentarios.

Dejemos en claro que hasta el momento ningún ministro del Interior ha sido acusado constitucionalmente como responsable directo de la muerte de un joven mapuche, un joven poblador o un trabajador maderero, ya que de él dependen las fuerzas policiales y de orden. Tal acusación hubiera debido haberse hecho en reiteradas ocasiones. Por una razón muy simple: la protección de la vida humana y su dignidad son la razón de ser de una Constitución democrática o de un remedo de Constitución, que por lo mismo tendría que buscar salvar las apariencias. Y las izquierdas modernas tienen un compromiso fundamental con la lucha por la creación de condiciones para la vida digna entre ciudadanos iguales.
Además, los datos suministrados por las encuestas indicaban que la mayoría de la población estaba en contra de la destitución de la ministra Provoste. Aún así, la derecha vieja, apoyada por la neo derecha ex DC de Zaldívar y los ex PPD de Flores, adoptó una estrategia de confrontación directa, cuyo objetivo político-mediático era asestarle un golpe al gobierno concertacionista. Es el tipo de escaramuzas propio de lo que se llama el juego político parlamentario en regímenes donde la exclusión de los sectores populares es la norma. Panem et circences.
Cabe preguntarse qué hubiera hecho en una situación parecida un grupo de parlamentarios pertenecientes a un bloque de partidos de izquierda auténtica en una hipotética situación donde la elección de parlamentarios se hubiera hecho según la regla proporcional. ¿Hubieran votado por la destitución de quién era responsable-imputable en la gestión de los dineros públicos de un sistema de educación opaco y regulado fundamentalmente por la lógica del lucro?
Es evidente que un bloque de parlamentarios de izquierda y antineoliberal hubiera bregado siempre por un sistema de educación gratuito y universal congruente con la concepción de que la educación pública y laica son un derecho y un bien común que deben ser responsabilidad del Estado. Una política popular se hubiera enmarcado y apoyado en las movilizaciones estudiantiles y en las luchas populares de los trabajadores y de las capas medias para exigir que parte de los excedentes fiscales fueran invertidos en un plan de educación global y bien planificado. Lo mismo en salud para todos y de calidad.
Un equipo de parlamentarios de izquierda antineoliberal hubiera planteado, sin lugar a dudas, el llamado a Estados Generales o a una Asamblea de la educación pública, donde con la participación de las organizaciones sindicales de profesores, de la CUT, de los apoderados, de los estudiantes, de los movimientos sociales, de los expertos del mundo académico y de los partidos políticos se hubieran diseñado las políticas educacionales para un Chile moderno.
Pero fundamentalmente la izquierda hubiera defendido la necesidad de un plebiscito para dar curso a esta reivindicación y a otras como el derecho al aborto y a la elección de una Asamblea Constituyente para redactar una Constitución democrática que garantice no sólo las libertades individuales sino también los derechos económicos y sociales de los ciudadanos.
Además, hubiera creado las condiciones para consultar directamente a la ciudadanía y a sus militantes acerca de la actitud a adoptar ante una acusación constitucional buscando preservar siempre la coherencia con sus principios.
Y para transparentar los mecanismos de subvención y distribución del dinero público a sostenedores privados, un bloque de izquierda hubiera apoyado la creación de una comisión investigadora compuesta por parlamentarios y por expertos probos.
Editoriales de medios derechistas ya han advertido acerca del peligro que implica la utilización reiterada del mecanismo de la acusación constitucional. No tienen un pelo de tontos. En este caso se justificaría, han dicho, con esa mala conciencia que caracteriza a la derecha chilena.
Ahora bien, y esto sí que hubiera sido una práctica intransigente. Un grupo de parlamentarios de izquierda utilizaría el mecanismo de la acusación constitucional cada vez que la vida de un trabajador es sesgada por las balas de los aparatos policiales o que jóvenes pobladores y mapuches caen bajo balas anónimas, o que un movimiento huelguístico es reprimido con la ferocidad denunciada por Amnistía Internacional en circunstancias donde las fuerzas del orden operan y dependen directamente del ministerio del Interior.
Por Leopoldo Lavín Mujica. Profesor del departamento de filosofía, Collège de Limoilou, Québec, Canadá

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Leopoldo Lavín
leolavin@sympatico.ca

viernes, 11 de abril de 2008

Nuestra adorada derecha


Mucho se habla de la píldora del día después en estos días. Qué decir del aborto, tema aún “tabú” por la caprichosa necedad de algunos sectores que sienten nostalgia de aquella nación donde imperaba el sistema de Encomienda. El divorcio, la sexualidad, todo lo que huela a discusión, en síntesis: el miedo de las clases dirigentes de que se descubra que habitamos en un mundo como voluntad y representación.

Como sujeto egoísta y enajenado por las nuevas tecnologías y el devenir posmoderno que soy, poco y nada me interesa la moral de nuestro tiempo; por el contrario sólo anhelo existir una década más hasta que se me seque la sangre y comience a echar espuma por la boca –según los exegetas y los hechiceros, el agua y otros recursos naturales se acabarán pronto-. Sin embargo, como observador y partícipe de la sociedad humana de profusa idiotez occidental, es necesario emitir juicios cuando se colocan en agenda cuestiones eminentemente vinculadas a la voluntad individual, como es el aborto, el divorcio, etc.
¿Por qué abortar es malo? Según los entendidos en cuestiones de la moral –buhoneros, sacerdotes, mercachifles y derechistas de toda índole- cuando una mujer tiene la voluntad de interrumpir un embarazo no deseado está inexorablemente acabando con una vida. En términos estrictamente formales, cuando se practica el aborto sólo se interrumpe la existencia de un ente cuya importancia para el mundo y la vida del resto poco interesan. En resumen, ni siquiera es asunto del vecino. Empero, el universo conservador –caso chileno- se empecina en tachar de asesina y “anticonstitucional” a toda mujer que ose en llevar a la práctica la interrupción voluntaria del embarazo, porque sin duda se trata de un asesinato cualquiera.
¡Vaya que nadie comprende la enorme diferencia entre el vivir y el existir! Quien vive construye y es partícipe de un mundo: acaricia a la golondrina que revolotea alrededor de los juncos y sus sentidos de inmediato la reconocen, o arranca un nenúfar y lo transforma en una impredecible alhaja. ¡Vivir es interpretar el intuir, el percibir al todo a través de los sentidos! Existir por el contrario, es nuestra lamentable condición humana en sí y por sí, apenas conformada por cuestiones inmanentes tales como una deliberada violencia o un instinto animal: la vida sirve para dominar al instinto y ésta es ulterior al existir…
El asunto que nos lleva a poner en agenda temas arcaicos como la Píldora del día después, es la mañosa y ridícula actitud de la derecha chilena que ante todo anhela proteger las “vidas futuras”. Lo paradójico es que ese grupo entrenado en las viejas usanzas –“dicen” por ahí que todavía creen que la tierra es plana- no tiene pelos en la lengua a la hora de justificar los asesinatos cometidos durante la dictadura y las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, amparándose en el ya ridículo y muy soez argumento que ora respecto a “la defensa del estado chileno”.
Nada positivo se obtiene presentando una y otra vez los argumentos científicos, filosóficos y racionales a toda esa orla de bufones y saltimbanquis. Quizá debamos recurrir a Eclesiastés y rescatar la presente cita “No dar de comer perlas a los cerdos”. ¡Lo dice la Biblia!
Nuestra labor en cambio, ha de centrarse en la no compleja y muy simplista visión de mundo de la derecha chilena, para lograr comprender cuáles son los mecanismos que influyen en su mentalidad y que provocan que una y otra vez espete discursos de categoría socarrona, absurda y rebajada. ¿Qué es la derecha chilena? ¿Cómo definirla a grandes rasgos?
La derecha chilena
Este tropel escinde a los liberales y a los ultra conservadores. Al primer grupo pertenecen todos aquellos seres ¿humanos? cuya vida cobra sentido gracias a la acumulación constante de capitales: generalmente son licenciados en Economía con MBA y en algunos casos doctorados. Hacen del signo dólar la consigna y no escatiman recursos a la hora de concretar sus anhelos más íntimos: usurean, estafan, explotan, engañan. A veces se candidatean para la presidencia de la República y por lo general nunca triunfan ¡Muy buena señal! Significa que el goce estético de los chilenos todavía no se ha rebajado lo suficiente…
Al segundo grupo pertenecen todas las familias pseudo aristocráticas de la nación –afortunadamente la historia nos explica que provienen en su mayoría, de la estirpe más plebeya y viciosa de Europa-. Acaparan la atención de todos los medios conservadores y derechistas, estampando las páginas sociales con sus alegres francachelas en honor a la inauguración de la novísima tienda de cachivaches para decoración de las dos amigas imbéciles de moda, o regentando exhibiciones “artísticas” vinculadas a toda la porquería snob de la alta esfera santiaguina. Incluso algunos medios les dan “tribuna” para que los más viejos expresen su opinión o sencillamente se “luzcan”, casi como un asilo para todo lo que entre ellos mismos es senil y decadente: podemos leer allí las bufonadas de Horriblemógenes Pene de Alce, o contemplar las sonrisas diabólicas de María Rosa ManGuera o Juanita Hastamañana.
Ese dualismo, conservadores y liberales, corresponde a la manada más patética y nauseabunda de la que se pueda tener noticia: amparados en la moral de la Iglesia Católica, patetas y viejas histéricas –éstas últimas, un supuesto símbolo del universo mujeril chileno- se oponen a cualquier decisión que ponga en peligro su posición dominante en lo que respecta al control de la conciencia chilena. No sólo representan lo más absurdo y mediocre en términos de intelecto y devenir histórico, sino que además tienen el tupé de ningunear cualquier decisión que provenga del espíritu popular: insultan, ridiculizan, patalean. Aguardemos el día en que deban caer de su pedestal, y allí nos burlaremos todos: contemplaremos culos antaño sonrosados, teñidos por el fango y la inmundicia de una ciénaga que ellos mismos han regentado desde el principio de nuestro tiempo…

'Aníbal Venegas
anibal.venegas@gmail.com